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Huella política de…¿Carbón?

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Las emisiones no son el único índice a tener en cuenta. La presión y el lobby para frenar o alentar medidas contra el cambio climático también pesan.

“La huella de carbón en la política corporativa, las emisiones pueden ser sólo una parte de la imagen. Introduciendo a las 50 con mayor influencia”, así podría traducirse el informe que el think tank británico, Influence Map, lanzó recientemente.

El documento toma como premisa principal una idea que ha surgido en diversas investigaciones prestigiosas, encaradas por organizaciones como la Universidad de Harvard y Naciones Unidas: estimar el impacto ambiental que producen las empresas sólo por sus emisiones de gas de efecto invernadero puede ser incompleto. Falta un ingrediente clave: la influencia que ejercen en la política pública relacionada con el cambio climático, la cual puede ser igual o incluso mayor que el efecto de las emisiones.

Este podría ser el caso de las grandes petroleras. Por ejemplo, según Inlufence Maps, en agosto investigadores de Harvard descubrieron que, por más de una década, ExxonMobil ha desinformado a la opinión pública y a los grupos de interés sobre su accionar ambiental, un factor que no queda reflejado en las mediciones y reportes empresarios más comunes o que se usan como estándar. El informe de InfluenceMap identifica 50 de las 250 firmas, de capitales privados, más grandes del mundo que más presionan en el diseño de normativas y leyes referidas al tema, con las otras 200 en gateras. La pesquisa introduce la Huella Política de Carbón, un índice que mide la actividad de lobby y su arrastre económico.

Si las empresas están haciendo un esfuerzo concertado para socavar la política climática, bien puede ser la conducción de un riesgo sistémico que repercutirá en sus carteras.

Así, 35 de las 50 son las que más cabildean contra del cambio climático. En este grupo figuran petroleras como ExxonMobil, Valero Energy, Chevron; grandes usuarias de energía como BASF, ArcelorMittal, Bayer, Dow Chemical y Solvay; y grandes generadoras como Southern Company, Duke y American Electric Power. También aparecen en este grupo más activo, automotrices como Fiat, Chrysler, Ford, BMW y Daimler.

El documento descubrió que las corporaciones presionan para demorar o diluir la eficiencia y eficiencia de estándares y procedimientos relacionados con las emisiones de C02 tanto en Europa como en Estados Unidos y Canadá. “Dependiendo de la región, las emanaciones de vehículos de pasajeros son responsables del 12 por ciento -o más- de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero por otro lado, 15 de las 50 más influyentes hacen fuerza para lograr una agenda de política climática que favorezca la energía renovable y los autores eléctricos. Esto incluye la adhesión a la iniciativa RE100 que compromete a comprar 100 por ciento de energía de fuentes renovables. Lideran estas acciones Apple, Ikea, Unilever, Coca Cola y Nestlé. El informe destaca también a firmas del sector energético (SSE, Enel, EDF, Iberdrola y National Grid) que están cambiando su modelo de negocios hacia modelos de generación eléctrica baja en carbono.

Entre estas, -las 35 que presionan, y las 15 con actitudes pro ambiente-, hay numerosas compañías de sectores tan diversos como supermercadismo, textil, salud, finanzas, telecomunicaciones y medios que no se involucran para nada en el tema. El sector de servicios públicos muestra una divergencia notable que se plasma en compañías que se ubican en ambos extremos: las que se oponen o niegan el cambio climático (Duke, Southern) y las que lo apoyan abierta y fuertemente (ENEL, SSE, Iberdrola).

La investigación pone en evidencia que el grupo de compañías pro clima creció considerablemente en los últimos dos años desde el Acuerdo de Paris y la elección presidencial de los Estados Unidos en 2016. Para InfluenceMAp la tendencia continuará ya que se irán sumando grandes empresas en todo el mundo que “golpean la puerta de gobiernos para la construcción de una política ambiciosa y consistente con respecto al clima y que les muestre el camino para ayudarlas a cumplir con los objetivos de descarbonización de manera efectiva”.

El origen

InfluenceMap hace un racconto de cómo surgió la idea de medir este impacto y asegura que estas mediciones computan ya dos décadas de la mano de distintas instituciones. A veces, han sido conducidas por inversores, reguladores e incluso las propias empresas, como una reciente iniciativa de BASF. “Pero, reconocer las emisiones directas de gases de efecto invernadero de las fábricas e instalaciones puede dar una imagen irreal. También se tienen en cuenta, por ejemplo, las emisiones por productos vendidos, como lo notifica el Protocolo de Gases de Efecto Invernadero, una alianza entre el World Business Council for Sustainable Development y el World Resources Institute iniciada en 1998 que brinda una guía para compañías que reportan y miden este indicador”, sostiene el documento. Y aseguran que la mayoría de los inversores preocupados por temas climáticos se enfocan en las emisiones para determinar riesgos operativos y de desempeños. “Sin embargo, ahora han comenzado a mostrar su consternación por aquellas compañías que influyen, en forma negativa, sobre las políticas climáticas y la información corporativa pública. Estas actividades pueden ser calificadas como de riesgo reputacional o una conducta que no desean que exhiban las empresas que forman parte de sus portfolios o de estar asociados como accionistas”. Esto se vio por ejemplo en la decisión de AP7, fondo de pensión sueco, que en junio de este año decidió desprenderse de su participación en ExxonMobil y otras empresas. El motivo: obstrucción a legislaciones climáticas en los Estados Unidos, que muestra una violación al Acuerdo de París.

La investigación tuvo repercusiones en el mundo de las organizaciones civiles y en la academia. Al hacer público el documento, Influence Map recogió diferentes declaraciones: “El lobby debe estar bajo el mismo escrutinio que cualquier otra actividad comercial. Si las empresas están haciendo un esfuerzo concertado para socavar la política climática, bien puede ser la conducción de un riesgo sistémico que repercutira en sus carteras”, dijo Alice Garton, abogada de ClientEarth, ONG legal ambiental con fuerte presencia europea. “Las corporaciones pueden influir en gran medida en las políticas adoptadas para hacer frente al cambio climático, por lo que es importante extender el análisis del comportamiento corporativo más allá de sus emisiones. Este sistema de contabilidad muestra claramente cuáles compañías están ayudando en una transición hacia un futuro con bajo nivel de carbono y cuáles están obstaculizando este esfuerzo. Los inversionistas preocupados por el cambio climático deben tener en cuenta las medidas de política corporativa en sus decisiones de inversión”, afirmó Robert J. Brulle, profesor de Sociología y Ciencias Ambientales, Universidad de Drexel.

“Los datos demuestran que la agenda de políticas climáticas, en términos de influencia empresaria, está siendo impulsada por un pequeño número de corporaciones globales masivas, y también muestra un grupo de poderosas compañías en los sectores de tecnología, bienes de consumo y servicios públicos apostar por el Acuerdo de París”, finalizó Dylan Tanner, Director Ejecutivo, InfluenceMap.

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