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¿Feminización de la pobreza?

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Un concepto acuñado en la década de 1970 que sigue vigente hoy. 

Argentina no escapa a esta realidad, y está actualmente en vías a agudizarse debido a la implementación de las políticas neoliberales que lleva adelante el plan del gobierno nacional.

Por Olivia Sokol, Coordinadora del Area de Indicadores y Genero de FORS. 

Conocer la situación de las mujeres y su trabajo -remunerado y no remunerado- constituye una prioridad cuando tenemos en cuenta los efectos que las políticas neoliberales tienen en nuestras vidas, especialmente en términos de empleo y exigencias de trabajo no remunerado.

Con un nuevo anuncio por parte del presidente, de que Argentina volverá a solicitar ayuda financiera al Fondo Monetario Internacional (FMI), y tras 15 años en los que en el plano político el gobierno anterior logró recuperar la soberanía popular y nacional, esto no sólo implica un retroceso sino un arremetimiento contra los grupos más vulnerables. Entre ellos, perjudica especialmente a las mujeres que ya en un contexto de vulnerabilidad deben lidiar con múltiples dimensiones de inequidad en sus vidas, lo que contribuye a la llamada feminización de la pobreza, proceso que ya se vivió durante la década de 1990 con las mismas recetas neoliberales que se buscan aplicar en la actualidad.

Varios son los factores que se esconden detrás de las cifras de la feminización de la pobreza. En primer lugar, existe una marcada asimetría en la distribución de las tareas del hogar entre hombres y mujeres. El tiempo dedicado a este trabajo, no reconocido socialmente ni tampoco remunerado, impacta en las posibilidades de formación y desarrollo profesional, teniendo en muchos casos que aceptar trabajos precarizados y peor pagos. La primera encuesta realizada por el INDEC sobre sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo registró que, en Argentina, las mujeres dedican en promedio 6,4 horas de tiempo diarias a estas tareas, mientras que los varones 3,4 horas. A nivel general, el organismo informa que el 76% del trabajo doméstico no remunerado es realizado por mujeres. A esto se suma la existencia de una tasa de desocupación en aumento y de la brecha salarial que se mantiene en el tiempo. 

El impacto en la calidad de vida

La implementación de políticas de ajuste estructural y liberalización económica trae en líneas generales el incremento en la participación laboral de las mujeres, el aumento de la tasa de desempleo/subempleo, el crecimiento del sector informal de la economía, un incremento del número de horas de trabajo en la semana, mayor flexibilidad laboral, y débil o nula creación de empleo. Hoy en nuestro país, el creciente desempleo y el aumento de las tarifas vienen de la mano de un empobrecimiento de las condiciones económicas y materiales que afectan especialmente a las mujeres, recortando su autonomía y vulnerando sus derechos básicos.

Como consecuencia del pack de medidas económicas actuales, se incrementa la participación laboral de las mujeres por unas serie de factores: hay un descenso de ingresos y poder de compra de los hogares, aumento del desempleo masculino y una creciente alza de la jefatura femenina de las familias. Estos efectos conducen a que dentro de los hogares se presente la necesidad de aumentar las personas que aportan ingresos, empujando así a las mujeres a buscar empleo tanto en el sector formal como en el informal. La disminución de los ingresos causa un incremento de la pobreza que hace que más mujeres se vinculen a la fuerza de trabajo, creciendo así la PEA femenina y en edades más tempranas.

El anuncio de una posible reforma laboral durante este año, presenta distintos aspectos que pueden ser entendidos como precarización de las condiciones laborales: se presentaría un incremento del número de horas de trabajo en la semana y una disminución de las responsabilidades de los empleadores sobre las cargas sociales e indemnizaciones permitiéndose el blanqueo de trabajadores que antes estaban en condiciones irregulares sin ningún tipo de apercibimiento. Los aspectos negativos de la reforma están ampliamente documentados en países de la región, siendo el principal exponente la reforma brasilera. Este hecho incide de manera acentuada en las condiciones laborales de todos, pero en el caso de las mujeres incluso más, dado que para ellas el empleo y los ingresos se han precarizado en niveles más ostensibles a lo largo de la historia y sumado a esto tienen horas de trabajo no remunerado lo que las lleva a tener una doble jornada laboral. Con nuevas medidas como las que se plantean desde la reforma también se favorecen formas contractuales de empleo más flexibles –temporal, transitoria, etc.-, prestación de servicios, trabajo a domicilio y subcontratación laboral.

Siguiendo esta línea, cabe destacar que se suma a lo anterior la implementación de la reforma previsional (incluido en el pack de recetas del FMI para bajar el   gasto público) que profundiza la desigualdad de la estructura socio-económica al tiempo que agranda la brecha de género y perjudica especialmente a amas de casa, empleadas domésticas y otras trabajadoras precarizadas.

La modificación regresiva del sistema de previsión social, el ajuste y tarifazos, el aumento del desempleo, perjudica así a millones de argentinos y agudiza, al mismo tiempo, el contexto de violencia que sufren las mujeres en la actualidad.

Globalización, neoliberalismo y el rol de las mujeres

La Plataforma de Acción de Beijing (1995), identificó la erradicación de la carga persistente y cada vez mayor de la pobreza que pesa sobre la mujer como una de las 12 esferas de especial preocupación que requieren una atención destacada por parte de la comunidad internacional, los gobiernos y la sociedad civil.  Hace años, la globalización del neoliberalismo se esfuerza por vendernos un mundo al servicio del capital como solución contra la pobreza. Pero la realidad es que la libre acción del mercado desde hace tiempo no da sino el resultado contrario.

Las desigualdades en el mundo son cada vez más notorias y con el tiempo se han ido incrementando las diferencias sociales y territoriales. El 1% más rico de la población mundial tuvo el 82% de las riquezas generadas el año pasado, mientras que el resto busca la manera de sobrevivir (OXFAM).

Aunque se han producido importantes avances en los últimos años, las desigualdades de género son aún evidentes en todas las sociedades. Son las mujeres las que siguen teniendo más probabilidades de vivir en la pobreza. Su posición desigual dentro de las sociedades implica que tienen menos poder, menos dinero y menos tierras. También son más vulnerables a sufrir violencia y tienen bajo acceso a la educación, la sanidad y los espacios de toma de decisiones.

Que la principal causa de la pobreza no sea ser mujer

En vista de los datos aquí vertidos, es necesario pensar que es indispensable atenuar el golpe de las políticas neoliberales y de un mundo globalizado que dista cada vez más de los preceptos de una economía con rostro humano. Es necesario que los estados nacionales activen verdaderos planes que tengan en cuenta las barreras que afectan al derecho de las mujeres a acceder al empleo y a permanecer en él, en condiciones de igualdad de derecho y sin discriminación.

Una de las maneras de hacer a las mujeres visibles es evidenciar su trabajo y exigir que sea incluido en las estadísticas y en las cuentas nacionales. Pero sobre todo, es preciso acelerar el replanteamiento de los planes económicos desde una perspectiva de género y que se sustente en políticas que tengan en cuenta las necesidades e intereses de toda la población, ya que las mujeres somos alrededor de un 50%.

Fuentes

 

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