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La sustentabilidad en la moda

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La industria de la moda como terreno de puesta en práctica de cadenas de suministro sustentable

Karen Newman consultora Senior del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo, explica el potencial de trabajo y mejoras en la industria de la moda internacional, planteando el vínculo con los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS).

 

La fabricación y comercialización de prendas de ropa y calzado constituye el segundo sector más contaminante a nivel mundial, después del de combustible: con un valor de mercado estimado en US$ 2,5 trillones, genera aproximadamente el 10% de las emisiones de carbono. Además es la industria que emplea la mayor cantidad de mujeres, localizadas en alrededor de un 80% de la cadena de suministro. La moda cruza 16 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), por lo que sus impactos fueron tratados en un panel especial de la conferencia Making Global Goals Local Business, realizada por Global Compact a fines de abril en Argentina.

“Cada vez hay más interés en las cadenas de suministro: existe mayor conciencia de cómo las compañías pueden volverse más transparentes en la contratación de empleados, y en qué o a quiénes comprometen en la cadena”, expuso Karen Newman, consultora Senior del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

En respuesta a ese interés, en distintas agencias dentro de la ONU se iniciaron proyectos relacionados directa o indirectamente con la industria de la moda. Uno de los más destacados es el programa Better Work, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que reúne a todos los niveles de la industria del vestido para mejorar las condiciones de trabajo y el respeto de los derechos laborales de los trabajadores, además de aumentar la competitividad de las empresas de indumentaria.

“Por otro lado, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE, por sus siglas en inglés) está firmemente centrada en desarrollar un enfoque coherente del sector”, agregó Newman, en referencia a los estudios que viene realizando el organismo sobre el impacto de la moda.

Entre otros datos, la UNECE reveló que el sector genera el 20% de todas las aguas residuales; es responsable del 24% del uso mundial de insecticidas y del 11% de la propagación de plaguicidas, aún cuando sólo ocupa el 3% de la tierra cultivable del planeta. Luego, el 85% de los productos textiles utilizados son destinados a vertederos, que acumulan unas 21.000 millones de toneladas de telas año a año.

En cuanto a la respuesta concreta de corporaciones de la industria de la moda, Newman se refirió a un “proceso gradual”, que viene evolucionando positivamente, pero a paso lento. “Toma tiempo para que estos asuntos avancen, y para que se comprenda el rol del sector privado. El uso del agua, las emisiones de gases y el transporte, todos tienen una oportunidad de ser involucrados. Es un muy buen sector sobre el que pensar”, aseguró.

Hábitos de consumo

Más allá de la conducta del sector empresarial, debe prestarse atención al último eslabón de la cadena: el consumidor puede manifestar que se preocupa por el medio ambiente, pero luego no busca comprar una prenda “amigable” con el entorno.

“Es importante que se trabaje en cómo modificar estos hábitos y lo que las compañías producen. Se trata de un sector muy competitivo. Entonces se debe hacer foco en que los distintos actores se reúnan para ser transparentes, dialoguen sobre compartir información de proveedores irregulares, y así alcanzar las mejores condiciones de trabajo”, manifestó la consultora en diálogo con Fonres.

El rol de la mujer

Uno de los aspectos de mayor impacto de la industria de la indumentaria tiene que ver con el empoderamiento de la mujer. “Una pieza clave de la cadena de suministro es la mujer, y las organizaciones pueden asociarse para mejorar su situación dentro de ellas”, opinó Newman. Un ejemplo es el programa “Better than Cash” (del inglés, “Mejor que el efectivo”), enfocado en pagos digitales como una herramienta particularmente interesante para compañías que entregan dinero con determinada frecuencia.

“El hecho de que una mujer cobre una remuneración digitalmente, no sólo es más seguro, sino que le otorga más control sobre el dinero y le permite participar en el sector de servicios financieros”, manifestó. El segmento de pagos digitales es un área en crecimiento en términos de impacto socio-económico: las tiendas H&M y GAP son algunas de las que se unieron recientemente a Better than Cash, al acordar que pagarán a algunos de sus empleados de manera digital.

 

 

 

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