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Los tópicos “difíciles” se instalan en la ficción y generan nuevas conversaciones sociales

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El cine, la televisión y las series para plataformas de streaming como Netflix abordan temáticas del tenor del bullying, la obesidad, el racismo, la transexualidad y la violencia de género, que en particular tienen su impacto en la audiencia adolescente. Si bien estos relatos aún no se traducen en cambios concretos sobre el tratamiento de los temas, permiten visibilizar problemáticas asociadas que gran parte del público desconoce.

Los analistas en comunicación social comienzan a denominar “tough topic media”, o traducido del inglés, “contenidos de tópicos difíciles”, a las producciones audiovisuales que abordan temáticas actuales como violencia de género, acoso escolar, obesidad, identidad de género y racismo, entre otras. Ya sea que se retraten desde la sátira, el humor o el drama, series de la tónica de “Riverdale”, “13 Reassons Why” o “Insatiable”, o la película sobre racismo “Hate U Give”, próxima a estrenarse, colocan en el centro de la escena problemáticas que gran parte del público desconoce, con particular énfasis en el día a día de los adolescentes.

Visibilizar y generar conversaciones –por ejemplo, entre jóvenes y sus padres- resultan como los primeros efectos claros de esta tendencia, que se ve reforzada por el uso de redes sociales que los espectadores hacen en paralelo al consumo de ficción. Drew Cingel es investigador asociado de la Universidad Northwestern, en los Estados Unidos, además de profesor en Ciencias de la Comunicación, y es uno de los autores del reporte “Explorando cómo adolescentes, adultos jóvenes y padres respondieron a 13 Reasons Why”. El relevamiento fue encargado por la productora de la serie, la plataforma de streaming Netflix, a la casa de estudios para comprender cómo los televidentes de Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, Australia y Nueva Zelanda respondieron al programa. En esta tira se muestra a una adolescente víctima del bullying en el ámbito escolar, que opta por el suicidio.

Entre las principales conclusiones del estudio en el que participó Cingel, se destaca que “13 Reasons Why” permitió a televidentes jóvenes discutir con sus padres sobre temas que les generan incomodidad, tanto a hijos como a progenitores. Incluso, los adolescentes encuestados admitieron que, después de ver la serie y conversar con adultos sobre el argumento, les fue útil para seguir viendo el programa.

“Por otro lado, la serie promovió un comportamiento empático entre adolescentes. Puede ser difícil que un joven de esta edad piense en el otro. Pero la mayoría de los consultados mostró que a partir de “13 Reasons Why”, se acercaron a un amigo con problemas, pidieron perdón por actitudes propias de bullying, o se comportaron de manera más considerada con sus pares”, continuó Cingel.

Para el comunicador, los productores audiovisuales ya notaron que los adolescentes son una audiencia en sí misma. “Estos tópicos son un mercado no explorado, porque los jóvenes viven estos temas cotidianamente, sufren ansiedad, depresión, están estresados por el futuro (conseguir trabajo, por ejemplo, o decidir qué carrera universitaria elegirán). Entonces especialmente en las ficciones de Estados Unidos, tratan de embeber distintos temas de la vida real de los adolescentes. Antes se hacía de una manera más estereotipada, a partir de lo que los productores pensaban de la vida de los jóvenes. Hoy se busca generar estas conversaciones con los padres, y se ve en otras series lanzadas más recientemente, como “Insatiable” (se puede ver en Netflix desde el 10 de agosto y aborda las cuestiones de obesidad y bullying en la escuela ejercido contra víctimas de esta enfermedad)”.

Este tipo de series se inscribe en la generación de producciones audiovisuales que se conoce como “post soap operas”, o traducido del inglés, “post telenovelas”, que encuentra su primer antecedente pionero en “Los Sopranos”, producida por HBO a inicios del siglo XXI. Para esta nueva generación de contenidos, se atribuyen ciertas características como personajes controversiales –una suerte de antihéroes-, con un lenguaje similar al de la vida real, relativismo moral, tratamiento de problemáticas sociales sensibles, una narración compleja y sofisticada que evita convenciones melodramáticas y enfoques didácticos, y varias historias combinadas en el argumento. La principal diferencia con las telenovelas tradicionales está en que se evitan los clichés, y al guionista se le solicita que desafíe convenciones, dando lugar a un trabajo más creativo y sofisticado.

Los contenidos de la era de “post soap operas” pueden –o no- apuntar al cambio social concreto, pero de manera inmediata buscan ampliar la toma de conciencia sobre problemas existentes (por ejemplo, la serie británica “Girls” ilustró la dificultad para conseguir empleo en adultos jóvenes) o quebrar estereotipos.

Llevar al público estas historias es una manera de concientizar sobre temas no cercanos

Esta tendencia se fortalece con la modalidad de consumo que caracteriza a las plataformas de streaming como Netflix, Amazon, Hulu, HBO, o versiones locales como Flow, de Cablevisión, en Argentina: el denominado “binge-watching”, que alude a la posibilidad de ver una serie completa por varias horas. Como sostiene Neil Landau en su libro “TV Outside The Box”,  desde 2014 se inició un proceso revolucionario en las producciones audiovisuales, ligado a la disponibilidad de contenidos a toda hora y en todo lugar. Para el autor, el escenario de contenidos pasó de contar con 30 a 40 shows al aire, en horarios fijos y frecuencias diarias o semanales, a unos 440 títulos para seleccionar, lo que obligó a mejorar la calidad de las producciones, y a su vez, dio lugar a nichos precisos, ya sea series policiales, para adolescentes, históricas, comedias, entre muchos otros. Todo esto, sin avisos publicitarios que interrumpan el devenir de la historia.

El hecho de contar con audiencias segmentadas permite apostar por programas “poco seguros” basados en temas no tradicionales, que planteen desafíos argumentales. Para Landau, esta fue la razón del éxito avasallante de “Breaking Bad”, cuando desembarcó en la plataforma Netflix.

Concientizar sobre temas no cercanos

La serie “100 días para enamorarse” que emite este año Telefé en Argentina colocó en el centro de la escena el caso de una adolescente nacida mujer, que se siente hombre y desea ser reconocida como tal por su entorno y sus pares. Cuando los guionistas Alejandro Quesada y Silvina Fredjkes fueron convocados para escribir la historia, los directivos de la productora Underground ya tenían decidida la inclusión de la temática de identidad de género en el argumento. “Se buscó desde un inicio trabajar nuevos modelos de pareja, de vinculaciones, la construcción de familias sobre nuevas bases”, recordó Quesada en diálogo con EduFors.

Para componer el personaje de Juana, que prefiere ser llamado “Juan”, los autores se acercaron a la ONG Familias Diversas y conocieron casos de adolescentes transexuales, para iniciar la investigación del tema. “La cuestión carecía de visibilidad en la televisión argentina, a excepción de un participante del reality Gran Hermano, en la edición de 2011 (Alejandro Iglesias). Sabíamos que la tira sería diaria, en horario prime time, por lo que se especulaba que tendría mucha llegada. Teníamos la posibilidad de presentarle la temática a gran cantidad de personas que no conocían de ella”.

La idea inicial fue abordar las distintas aristas alrededor de este personaje en transformación. No sólo los cambios en “Juan”, sino también en su entorno –si acaso se modifica o no, si acaso lo aceptaban o no-. Quesada considera que para el tratamiento del tema fue importante que en Argentina ya se cuente con una ley que protege estos derechos –la ley de Identidad de Género, número 26.743, de 2012-, lo que permitió que se incluyera una escena específica donde se leen textualmente párrafos de la norma.

“Llevar al público estas historias es una manera de concientizar sobre temas no cercanos. Con una serie se puede cambiar el foco de un preconcepto que el televidente podría tener, al conocer a una persona que atraviesa determinada problemática, entender su sufrimiento, las dificultades que vive en el día a día”, relató el autor.

Con una serie se puede cambiar el foco de un preconcepto que el televidente podría tener, al conocer a una persona que atraviesa determinada problemática, entender su sufrimiento, las dificultades que vive en el día a día

En el caso específico de Juan, se ven escenas cotidianas como no poder entrar al baño masculino en un espacio público, o del sufrimiento propio de una persona trans, como el intento por ocultar sus pechos femeninos con una faja.

A su vez, desde el contenido de la serie hay una intención explícita de brindar conocimiento al espectador, sobre los conceptos de “trans” y “cisgénero”. “Si bien la sociedad está acostumbrada a nombrar  lo “trans”, el término lleva a pensar en “lo diferente”, marca una barrera. En una escena Juan acude a una psicóloga especializada en el tema (interpretada por Sandra Mihanovich), que explica en cambio la importancia de lo “cisgénero” a Juan y su madre”, ejemplificó Quesada.

Con “cisgénero” se alude a personas en las que la identidad de género coincide con el sexo que le asignaron al nacer. La psicóloga en la escena se ocupa de explicar lo que seguramente muchos televidentes desconocían: que sexualidad y género son independientes entre sí. “Hay algo que me parece que tiene que quedar claro y es que sexualidad y género no van de la mano, no es lo mismo, son cosas diferentes. Lo que me parece que Juani está queriendo indagar, si no me equivoco, es lo que tiene que ver con su identidad de género”, analiza el personaje de Mihanovich.

El desarrollo de la historia de Juan en “100 días para enamorarse” cosechó repercusiones altamente positivas. Incluso en la ONG Familias Diversas, consultada originalmente para la fase de investigación, comenzaron a llegar más consultas. “Además, el tema se puso en debate en otros programas, y algunos chicos trans se sumaron para trabajar en la serie, con lo importante que es que ellos mismos puedan contar su historia”, destacó Quesada.

Desde que trabaja como guionista en Underground, el autor viene viviendo el cambio trascendental que vive la ficción en cuanto a la inclusión de nuevas temáticas. Recordó que en 2012, cuando escribió la serie “Graduados”, también emitida en horario central por Telefé, incorporaron el bullying en el colegio secundario a una alumna excedida en peso (interpretada por la actriz Isabel Macedo), pero se lo hizo desde otro tono, más ligado al grotesco y lo humorístico. “El matrimonio igualitario también tuvo su evolución. Nosotros desde Underground siempre tuvimos esta mirada, centrada en no tratarlo como un conflicto, sino incluyendo simplemente a personajes gays como otros personajes, sino que representen un problema”, comparó.

Para los psicólogos, sólo se generan conversaciones

Christina Conolly es presidenta del Comité de Seguridad Escolar y Respuesta a Crisis en la Asociación Nacional de Psicólogos Escolares estadounidense, además de directora de la División de Servicios Psicológicos para escuelas públicas del condado de Montgomery, en Rockville, estado de Maryland. Reconoce a partir de contenidos destinados al público adolescente, la existencia de problemáticas en entornos escolares, pero que no se aborda cómo responder a estas situaciones.

“Se proporciona información sobre suicidio, intimidación, tiradores activos, asalto sexual, acecho, violencia en citas, vergüenza, privilegio socio-económico, entre otros, pero programas como “13 Reasons Why” no muestran cómo deberían responder los educadores. Este tipo de contenidos puede provocar conversaciones entre los estudiantes y sus padres si el programa se hace de la manera correcta. Ese es el valor a destacar”.

Incluso Connolly confió en su diálogo con Edufors que tiene un hijo de nueve años y recientemente pudo experimentarlo: “Estábamos viendo  “Supergirl” y en una escena apareció la hermana del personaje, que es gay. Tuvimos una conversación al respecto. Luego vio “Modern Family” y tuvimos otra conversación sobre la pareja gay en ese programa. Los padres pueden tener conversaciones apropiadas para el desarrollo sobre temas difíciles con sus hijos, a partir de estas producciones”, reconoció.

Daniel Reidenberg, director Ejecutivo de la organización Suicide Awareness Voices of Education (por sus siglas en inglés, SAVE, traducido al español, “Toma de Conciencia sobre el Suicidio Voces de la Educación”), coincidió con su par en que el impacto de producciones de este tipo no está en cambios concretos en prácticas en escuelas estadounidenses, o en implementaciones de políticas en los establecimientos educativos. Se limita a traer temáticas al público, pero es difícil que lo concrete de manera útil.

 

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