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El comercio justo: una alternativa de inclusión

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No se trata de un concepto nuevo, pero su definición y alcance todavía no terminan de estar muy claros para la gran masa de consumidores.  El Comercio Justo (CJ) -como su nombre lo indica- es una forma de entender y hacer negocios de manera tal que asegure a los productores una porción mayor y más equitativa de los ingresos. En otras palabras, pone en el centro del debate, la necesidad de generar cambios en las reglas y prácticas del comercio internacional convencional, aun vigente.

La primera vez que se escuchó hablar del CJ, fue hace más de 55 años en el marco de una la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), donde se planteó darle un giro a la mirada asistencialista o filantrópica hacia una de Desarrollo. Allí, el reclamo se plasmó en una frase: “Comercio, No Ayuda”. Desde entonces, siguió consolidándose hasta llegar a ser hoy un movimiento global basado en el diálogo, la transparencia y el respeto entre sus participantes -y lo más importante- constiuyéndose como una alternativa al comercio convencional para los sectores en situación de vulnerabilidad.

 

Romper con el círculo de la pobreza

La pobreza, es una realidad compleja que se da como consecuencia de múltiples factores, una realidad que padecen más de 800 millones de personas en todo el mundo, según datos de Naciones Unidas. En este marco, el intercambio de bienes y servicios es un determinante que puede contribuir a su profundización o a su disminución. ¿De qué modo? Se puede observar si estos negocios apuntan exclusivamente al aumento de beneficios o si, por el contrario, tienen por objetivo el desarrollo de los pueblos y el cuidado del entorno. Y ahí es donde el Comercio Justo adquiere relevancia.

Según la Carta Internacional de Comercio Justo 2018,  documento que cada año presenta la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, marcando prioridades y describiendo avances y retrocesos en este ámbito, “Más de 4.000 organizaciones de base, que representan a más de dos millones y medio de productores y productoras a pequeña escala, trabajadores y trabajadoras en más de 70 países, trabajan con World Fair Trade Organization o con Fairtrade International”. Sus productos se venden en miles de tiendas del mundo o tiendas de Comercio Justo, supermercados y muchos otros puntos de venta en todo el mundo.

Si bien en las últimas décadas la expansión del comercio mundial ha contribuido de manera importante al crecimiento económico en la mayoría de los países, los beneficios derivados no han sido compartidos de forma equitativa. Al abordar esta temática, no se puede dejar de señalar el papel que el modelo neoliberal de libre comercio ha tenido en el incremento de éstas desigualdades, tanto fronteras adentro de los países, como entre sí. Basado en una regulación débil de los derechos humanos y la protección del medio ambiente, el neoliberalismo genera situaciones insoportables para los sectores más volátiles o desprotegidos.

En contraposición, este modo de producción se basa en modos de producción y comercialización que anteponen a las personas y al planeta frente a los beneficios económicos. A todo ello, se le suman otros ingredientes, donde todos los actores del ecosistema pueden hacer su aporte.

Comienza con productores que trabajan juntos en organizaciones democráticas para construir negocios más fuertes que puedan competir en los mercados internacionales y asegurar mejores términos de intercambio. Las empresas comercializadoras por su parte, pueden ayudar a conectar a los productores y consumidores. En cuanto a los consumidores, su rol protagónico se expresa actuar de manera responsable eligiendo productos que ofrezcan un mejor trato a las personas que se encuentran en el otro extremo de la cadena de suministro. De este modo -y de manera conjunta- todos y cada uno, colaboran en la reescritura de las reglas del juego. 

La “otra economía”.

Esta mirada, que involucra un equilibrio lo social y ambiental en conjunto con el aspecto económico, tiene grandes impactos en el desarrollo de las comunidades. El fomento de patrones productivos y de consumo alternativos y solidarios, genera como resultado mayor inclusión y mayor equidad social. Su enfoque de desarrollo es multi-stakeholder, esto quiere decir, que incluye a varios actores de las cadenas globales de valor: productores, trabajadores, cooperativas, empresas, exportadores, importadores, supermercados, tiendas especializadas y consumidores finales. Además, es multinivel, porque los niveles local, nacional, regional y global comparten una responsabilidad común y construyen juntos nuevos caminos de sostenibilidad.

Existen sectores donde la visión del comercio justo ha permeado más que en otros. Uno de los ejemplos emblemáticos es el del sector textil y especialmente el caso de Bangladesh, un pequeño país en el que viven 165 millones de personas y el 40% de ellas son pobres. Su motor de crecimiento se centra en la comercialización exterior de sus productos textiles, llegando al 80% de sus exportaciones totales. Si bien estos números representan una diferencia sustancial con respecto a otros países asiáticos, no ha contribuido a reducir la pobreza dentro de sus fronteras. Los especialistas explican los motivos de que se de esta situación: el crecimiento está basado en la competencia desde los bajos salarios y las escasas regulaciones de las condiciones laborales.

Casos como estos, dejan a la luz la necesidad de torcer el rumbo hacia una economía que respete los límites del planeta, que reanude la dependencia del bienestar humano con las relaciones sociales y la justicia, y que reconozca que el objetivo final es el bienestar humano real y sostenible, no solo el crecimiento del consumo material.

Como otra cara de la misma moneda en el caso de Bangladesh,  se encuentran entidades dedicadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Tal es el caso de BaSE, una organización que da trabajo a 10.000 personas -el 90% mujeres- que elaboran cestas de yute y artículos textiles, decoración o calzado, organizadas en pequeños grupos de producción. Muchas de las trabajadoras tienen discapacidades físicas o psíquicas. El salario que obtienen es de unos 10.000 takas (unos 3,50 euros al día), lo que supone el doble del salario mínimo legal en el país, fijado en 5.000 takas (unos 1,80 euros al día) y lo que les permite llevar una vida digna.

Este pago justo por el trabajo que realizan, les permite ser dueñas de sus vidas y apostar por un futuro con mayor calidad de vida, para ellas y sus familias.

Los 10 principios
Desde 1989 existe la Organización Mundial del Comercio Justo, que se encarga de mejorar las condiciones de vida y el bienestar de pequeños productores. Esta organización establece 10 criterios que deben ser cumplidos por las organizaciones que promuevan el comercio justo. Estos son:

1. Crea oportunidades para productores con desventajas económicas.

2. Transparencia y responsabilidad.

3. Prácticas comerciales justas.

4. Pago de un precio justo.

5. Asegura la ausencia de trabajo infantil y trabajo forzado.

6. Tiene el compromiso con la no discriminación, equidad de género y libertad de asociación.

7. Buenas condiciones de trabajo. 8. Facilitar el desarrollo de capacidades.

9. Promoción del comercio justo.

10. Respeto por el medio ambiente.

 

 

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