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COP25: De la ambición a la decepción

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La Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP25) culminó en Madrid igual que el año pasado: con acuerdos mínimos e insuficientes. El tiempo corre y la crisis climática se agrava, pero no se logró reforzar los compromisos.

Una vez más, se repite la historia. Misma trama, mismos protagonistas y un final que no estuvo a la altura de las expectativas. Con este sabor amargo culminó la reunión número 25 de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU de Cambio Climático realizada en Madrid y conocida como la COP25. No logró los resultados esperados y por el contrario, dejó en evidencia la brecha que existe entre lo que la comunidad demanda a los líderes y  las acciones que se están poniendo en práctica o planean poner.

En 14 días de debate -y a pesar de los dos días de prórroga que se debieron adicionar por la falta de consensos- quedó desdibujada la consigna “Tiempo de actuar”, con la que se había convocado a los líderes de casi 200 países. El objetivo del encuentro era claro: que cada país asuma la responsabilidad de reforzar sus planes de reducción de emisiones para evitar el calentamiento global, según lo estipulado en el Acuerdo de París, suscripto en 2015 en la COP21. Ese documento compromete a los países a evitar que la temperatura media del planeta suba este siglo por encima de 1.5 grados con respecto a los niveles preindustriales.

No obstante, el texto final adoptado por la COP 25 descartó las referencias a la “actualización” o la “mejora” de las Contribuciones Nacionales Determinadas (las reducciones de emisiones y las acciones de adaptación que los Estados miembro se comprometen a llevar a cabo) y se limitó a “invitarlos a comunicar” en 2020 sus planes a medio y largo plazo.

“La comunidad internacional perdió una oportunidad importante para mostrar mayor ambición”, afirmó el secretario general de la ONU, António Guterres sobre el final de la cumbre. Al igual que representantes de organizaciones de la sociedad civil, líderes y activistas ambientales, académicos, el funcionario portugués no ocultó su decepción y preocupación por el pobre resultado alcanzado en la lucha por la crisis climática. Esta opinión también fue compartida por la ministra para la Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, quien expresó que el resultado de la COP25 en Madrid “deja un sabor de boca agridulce”.

Lo conseguido y lo postergado

Desde su gestación, la COP25 ha venido trastabillando. Si bien se realizó en la ciudad española de Madrid, esto fue acordado a sólo un mes de que llegara el día previsto para la reunión. Chile debía ser el anfitrión de la COP pero se vio obligada a renunciar debido a las protestas y movilizaciones por las que está atravesando ese país. La ministra chilena de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, conservó la presidencia durante el evento en la ciudad europea, sin embargo, el rol que cumplió la funcionaria fue el blanco de las principales críticas y es también a quien muchos atribuyen el “fracaso” reflejado en el texto final alcanzado.

A partir de la inauguración de la COP el 2 de diciembre, las esperanzas de llegar a un acuerdo a la altura de la crísis climática se fueron diluyendo. Tal es así que Schimdt, al encontrarse con demasiados obstáculos que impedían alcanzar consensos y luego de haber solicitado una prórroga de 48 horas, debió solicitar ayuda a su colega española, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera e intentar así, destrabar las conversaciones.

El cuello de botella, se da -al igual que en años anteriores- en la negativa de una serie de países a comprometerse a presentar programas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Estas discusiones dejan al descubierto la distancia existente entre los estados preparados para multiplicar sus esfuerzos y aquellos que no están dispuestos a asumir compromisos extra.

De un lado se encuentran los 84 países aceptaron comenzar a bajar sus emisiones de CO2 desde el 2020. Sumado a ello, días atrás la Unión Europea presentó un plan titulado “Nuevo Pacto Verde”, apoyado en una inversión de 100.000 millones de euros, bajo el cual planea alcanzar cero emisiones en 2050.

Del otro lado, se encuentran los grandes países emisores de carbono (China, India, Japón, Brasil) que se han negado a prometer una actualización al alza el año próximo de sus planes nacionales de acción climática comprometidos en París, cuatro años atrás. Este dato adquiere relevancia si se tiene en cuenta que, en conjunto, estos países son los más contaminantes, alcanzando el 55 por ciento de las emisiones y son a su vez, promotores de un funcionamiento de los mercados de carbono con reglas poco robustas.

El siguiente gran punto de discordia se centró en el “Artículo 6”. ¿De qué se trata? Básicamente era el punto neurálgico de esta COP y hace referencia al mercado de intercambio de derechos de emisiones. Las dificultades para alcanzar un consenso de mínimos han impedido -aunque sea- un tímido avance a la hora de fijar las reglas de funcionamiento de los futuros mercados de carbono entre países y empresas, un proceso que debe contar con sistemas de verificación y normas claras para evitar la doble contabilidad, es decir, que las reducciones de gases contaminantes se las anoten simultáneamente el país que compra y el que vende.

Ante los pocos avances que se podían observar, un grupo de 31 países liderados por Costa Rica se reunieron de manera paralela durante las negociaciones, para incorporar los llamados Principios de San José que protegen la integridad ambiental en el marco de la discusión de los mercados de carbono.

Esta alianza -que cuenta con actores importantes, tales como Alemania, Francia y España-  fue vista como una señal política del grupo hacia la presidencia chilena, sosteniendo que no aceptarían cualquier acuerdo en el Artículo 6 y que preferían incluso, que la discusión se postergara para 2020, como terminó sucediendo.

En esta misma línea hubo otro gran aspecto del debate que quedó sin resolver hasta la siguiente COP que se realizará en Glasgow, Escocia. Esta vez el punto de desacuerdo tuvo que ver con la posibilidad de que se puedan transferir a la nueva etapa del acuerdo de París todos los certificados de reducción de emisiones (CERs) generados a partir del protocolo de Kioto, (obtenidos a partir de proyectos de desarrollo limpio, como inversiones en instalaciones de energías renovables, modernización en plantas industriales o restauración en zonas forestales). China, India y Brasil están de acuerdo con esta postura por lo que plantean que se arrastren estos derechos sin ningún control a la nueva etapa, que comienza el año que viene, cuando entre en vigor el Acuerdo de Paris, reemplazando ya completamente al Protocolo de Kioto.

En donde sí se encontró un punto de encuentro fue en dos premisas que a las claras no generan demasiada controversia entre los participantes. La primera se refiere a que la ciencia será el eje fundamental en la política medioambiental y la siguiente a posicionar al cuidado de océanos como una prioridad.

En este marco, los participantes no se ahorraron críticas ni escondieron su descontento por el desenlace de la reunión. “Era la COP de la ambición, pero no la vemos por ningún lado”, criticaba Carlos Fuller, delegado de Belize hablando en nombre del grupo de países estados insulares. Por su parte, Teresa Ribera señaló: “Nos hubiera gustado escuchar compromisos mucho más contundentes, mucho más serios por parte de las grandes economías”.

Daños y pérdidas

El Mecanismo Internacional de Varsovia, establecido por la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CNUCC), también tuvo su momento protagónico en Madrid. Este instrumento lanzado en la cumbre climática de 2013 solicita a los países desarrollados fortalecimiento y apoyo, incluyendo tecnología y desarrollo de capacidades, para que las naciones vulnerables, que a su vez son quienes más están sufriendo las consecuencias del cambio climático, puedan hacer frente a las pérdidas y daños. En efecto, no es novedad que el peso del calentamiento global recae en los países en desarrollo, principalmente los ubicados en Centroamérica y el Caribe. Las reticencias de las naciones más industrializadas se concentraron en la complejidad que existe a la hora de cuantificar los impactos y los múltiples factores que intervienen, incluidos los desplazamientos humanos.

Figurita repetida para 2020

En lineas generales, los debates más espinosos que debían ser resueltos en la COP25, fueron sutilmente envueltos para regalo y entregados a los próximos organizadores de la COP26 que se llevará adelante en Glasgow.

No será tarea fácil ya que la humanidad está corriendo a contrarreloj una carrera contra el cambio climático y todo indica que va con desventaja. Las expectativas de lograr una reducción del calentamiento global para los próximos años se están disolviendo y todo apunta a que se llegará a la COP26 con un nuevo récord de temperaturas, superior al 1,1 grados centígrados por encima del periodo preindustrial que registró Naciones Unidas para el año que se acaba.

 

 

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