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La emergencia ambiental ya no espera.

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Llegó la hora de pasar a la acción para atender la emergencia climática. En un mundo atravesado por la pandemia, las piezas comienzan a reacomodarse para afrontar los nuevos desafíos. China y Estados Unidos ya despliegan sus jugadas y el resto de los países avanzan en sus estrategias. 

Por: Sol Drincovich.

El 2021 será un año de grandes desafíos en materia ambiental para todos los países del mundo, que deberán reforzar sus ambiciones climáticas en un escenario atravesado por la crisis sanitaria y economíca generada por la pandemia.

Por un lado, se impone la necesidad de seguir avanzando para alcanzar el compromiso internacional de limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius y cumplir con el Acuerdo de Paris. Por otro -y en simultáneo- los países realizan esfuerzos denodados para sobreponerse a la crisis generada por la pandemia, en el marco de un plan de recuperación económica que sea sustentable.

Los líderes globales tienen la oportunidad de plasmar los aprendizajes que dejó el 2020 para delinear una nueva agenda ambiental para el año que comienza. Especialistas consultados por FONRES, repasan los principales hitos del 2021, los intereses que se ponen en juego y que sin duda, marcarán los próximos años.

En noviembre, finalmente se celebrará la COP26 en Glasgow, y las naciones deberán comprometerse a aumentar su ambición climática: reducir las emisiones a la mitad en 2030 y llegar a cero emisiones netas de carbono al 2050.

Otro hito importante en la agenda climática global es el Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP15), que también debió ser suspendido en 2020, y tendrá lugar en mayo en Kunmíng, China.

Brasil representa un riesgo muy alto en tanto sienta un precedente. Además otros países de América latina, si bien presentaron sus contribuciones, carecen de ambición y no están en línea con la urgencia de la crisis climática global.

Este encuentro establece un plan ambicioso para transformar la relación de la sociedad con la biodiversidad para 2050 y será el marco para analizar la implementación de los protocolos del Convenio sobre la Diversidad Biológica que abordan la distribución justa y equitativa de los beneficios del uso de la biodiversidad, y el transporte, manipulación y etiquetado seguros de los organismos vivos modificados, según señala el comunicado de la ONU.

“Es una gran oportunidad para unir esas dos agendas y encontrar soluciones que contribuyan a los dos objetivos: proteger y recuperar la biodiversidad, al mismo tiempo que se buscan soluciones para el cambio climático. En ese recorrido hay varios acontecimientos que van a ir contribuyendo en esa dirección”, explica Marcela Jaramillo, especialista en Políticas y Finanzas Climáticas.

Por otra parte, el G7, la cumbre de los líderes de las siete mayores economías occidentales, prevista para junio en Carbis Bay, Inglaterra, y el G20, en octubre, en Roma, también serán reuniones cruciales, en tanto las decisiones que se tomen allí van a afectar la manera en que se abordará la crisis climática.

¿Cómo se reconfigura la agenda climática en pandemia?

La pandemia generó un freno en todos los ámbitos y a nivel global. La crisis económica y social que se deriva de esa contingencia deja una serie de lecciones para el abordaje de la crisis climática, explica Ramiro Fernández, director de Cambio Climático en Fundación Avina y Asesor político de los High Level Champions de Naciones Unidas.

En ese sentido, la primera lección importante tiene que ver con el rol de la ciencia para la toma de decisiones y la necesidad de escucharla para mitigar los riesgos de manera anticipada.

“Si hubiéramos tomado en cuenta las recomendaciones sobre los mecanismos preventivos, el impacto de la pandemia hubiese sido menor y controlado a tiempo. Lo mismo se aplica a la crisis climática”, explica.

La segunda lección aprendida se relaciona con la capacidad que tuvieron los gobiernos de tomar decisiones drásticas para gestionar una crisis de tamaña envergadura como sucedió con el Covid-19.

“No estamos abordando la crisis climática como una verdadera crisis, cuando sus efectos a nivel vulnerabilidad de las personas, disrupción de sistema económico, aumento de la pobreza, inequidad, desplazamiento de millones de ciudadanos, incremento de inundaciones y sequias, van a ser exponencialmente mayores y más duraderos en el tiempo, al impacto que generó esta pandemia en particular”, agregó.

En línea con su colega, Alejandro Aleman, Coordinador de Climate Action Network,  América Latina, opinó que es esencial que la agenda climática se reconfigure en función de reconocer la relación entre los orígenes de las pandemias y un mal abordaje del cuidado de la biodiversidad, si queremos evitar que no se repitan estas situaciones en el futuro.

“Es necesario incorporar de manera contundente la protección de los ecosistemas, a través de lo que llamamos soluciones basadas en la naturaleza. Todos los días perdemos una cantidad de plantas de las que se podrían extraer soluciones para muchos de los problemas de salud que hoy tenemos, por ejemplo”.

Avances y retrocesos

La necesidad de generar un cambio para salvar el planeta es urgente y necesita medidas contundentes, coinciden los expertos. El horizonte más cercano es la reducción del 50% de las emisiones a nivel global en los próximos 10 años y cero emisiones netas a 2050.

Ese desafío implica una transformación radical de los sistemas económicos, de producción, de consumo y de distribución. Si bien hay avances importantes en ese sentido, todavía no se están haciendo con la celeridad que la situación demanda.

Por un lado, explica Fernández, la crisis climática se manifiesta de manera diferente en las distintas regiones, su impacto es desigual y se ha diluido en el tiempo. Estas variables atentan contra una toma de conciencia que implica asumir que se trata de una crisis que está sucediendo hoy.

Algunos países están cambiando la conversación, porque ya no estamos hablando de como reducimos un poquito acá o allá, sino de la manera en la que transformamos nuestros sectores económicos para que no generen emisiones.

“Por otra parte, los intereses económicos que se verían afectados en esta transición hacia una economía de cero carbono, son defendidos por quienes buscan mantener los beneficios a corto plazo”, enfatizó Fernández.

La pandemia y la imposibilidad de realizar reuniones presenciales y avanzar en la celebración de las diferentes cumbres entre países dilató la toma de decisiones en torno a la agenda climática, agrega Aleman.

También preocupa el rol de Brasil, una de las economías más importantes de la región, que está retrocediendo en su contribución nacional determinada y viola los compromisos asumidos en el Acuerdo de París.

“Esto representa un riesgo muy alto en tanto sienta un precedente. A esto se suma que otros países de América latina, si bien presentaron sus contribuciones, carecen de ambición y no están en línea con la urgencia de la crisis climática global”, opina Aleman.

Los gobiernos están en una situación compleja, atravesando una crisis de salud, una crisis económica y una crisis climática, suma Jaramillo. A medida que los países empiecen a definir sus paquetes de recuperación económica, será clave que estos vayan en línea con los objetivos climáticos.

“A 2030 ya tendríamos que habernos transformado sustancialmente, si no logramos avanzar en esas reformas ahora, vamos a perder esa ventana de oportunidad. Es complejo, pero es importante que los gobiernos logren alienar los paquetes de estímulo para la reactivación económica alineados con la descarbonización de la economía”.

Sin embargo, advierten los especialistas, la crisis derivada de la pandemia está llevando a que algunos países implementen paquetes con medidas de reactivación económica cortoplacistas, enfocándose en industrias extractivas o monocultivos, que amenazan los ecosistemas y que van en dirección contraria a los compromisos climáticos internacionales, en lugar de apostar a modelos de producción y consumo sustentables.

No obstante, Jaramillo se mostró optimista y aseguró que aquellos países que sí demuestran un compromiso fuerte, “están cambiando la conversación, porque ya no estamos hablando de como reducimos un poquito acá o allá, sino de la manera en la que transformamos nuestros sectores económicos para que no generen emisiones. Como llevar la electromovilidad al 80% al 2030, fijar metas específicas de reforestación y poder medir los resultados para tener claridad sobre qué acciones nos están llevando a lograr esos objetivos”.

El compromiso de las grandes potencias

Uno de las primeras medidas de Biden a pocos días de asumir la presidencia fue la reincorporación de Estados Unidos al Acuerdo de París y el anuncio de una Agenda Verde, que fue una de sus promesas de campaña, para prevenir y combatir el cambio climático.

Para Jaramillo este retorno es un espaldarazo para una agenda ambiental que requiere grandes transformaciones económicas y necesita que la más grande economía global participe en esa transición.

Cuando los países de la región tienen políticas bien planteadas desde el gobierno, son señales claras para el sector privado y atraen la inversión de la banca multilateral.

“En su discurso por el Día del Cambio Climático, Biden dejó claro que esto es parte de la recuperación post covid y un enfoque para el desarrollo económico. El nuevo mandatario tiene claro que esta agenda los va a ayudar a salir de la crisis que el Covid está generando en todo el mundo, va a generar empleo, va a impulsar áreas de desarrollo, innovación, tecnología y productividad en sectores como energías renovables o electromovilidad”.

Este es un punto de inflexión, agrega Fernández, en parte impulsado por la pandemia que contribuyó a entender la relevancia de la crisis, de que la transición es posible y que el rol de los gobiernos es acelerar esa transformación.

Además del cambio en la política ambiental asumido por Estados Unidos, Fernández destacó el compromiso de China para alcanzar la carbono neutralidad antes del 2050. “China es un país que tiene una larga trayectoria en cumplir sus metas y sus compromisos de manera anticipada. Japón y Corea del Sur también se sumaron y esto cambia el mapa político de compromisos de las grandes potencias”.

China tiene interés de reposicionarse en la agenda global como un líder para el largo plazo y es conciente de que el futuro es verde, con cero emisiones y resiliente, agrega Fernández. El país asiático trabaja desde hace 10 años en la transformación de su economía para ir en esa dirección.

“Es productor e inversor de proyectos de energía eólica y solar y es uno de los países más proactivos en la incorporación de movilidad eléctrica. En el caso de Japón, el compromiso está impulsado por el nuevo Primer Ministro, que venía liderando una campaña ambiental fuerte, con 150 ciudades comprometidas a ser carbono neutrales en 2050, y Corea del Sur ya tenía una agenda en marcha y decide alinearse en la misma dirección de sus vecinos. Que estas potencias se comprometan va a ser un elemento central para ir hacia la carbono neutralidad en 2050”.

Tecnología para mitigar el cambio climático

Para Jaramillo hay una transformación tecnológica en curso que está ayudando a avanzar en innovación para reducir el impacto del cambio climático, por ejemplo, en áreas como energía renovable, transporte eléctrico y baterías.

También los inversionistas están analizando cada vez más lo riesgos atados a combustibles fósiles y eligiendo proyectos que contribuyan a la descarbonización.

“Los esfuerzos que están haciendo los países generan mayores oportunidades para acceder a financiamiento internacional que los ayuda a avanzar en el desarrollo de esos proyectos. Costa Rica tiene una estrategia de descarbonización al 2050 que, según cálculos del BID le va a traer al país u$s40.000 millones de beneficios netos. Cuando los países de la región tienen esas políticas bien planteadas desde el gobierno, son señales claras para el sector privado y atraen la inversión de la banca multilateral”.

En línea con su colega, Aleman agregó que es necesario escalar los niveles de financiamiento para la reducción de emisiones y la adaptación al cambio climático y transparentar las finanzas.

“Creemos que es importante lograr definiciones claras en torno a qué es y qué no es financiamiento climático. Porque hay una fuerte tendencia a incorporar proyectos que incluso van en la dirección contraria a la sustentabilidad ambiental y a los objetivos del Acuerdo de París, y está siendo reportado como financiamiento climático”

Por último, el experto consideró fundamental la revisión del párrafo 51 en la próxima COP26 que, a raíz de una mala negociación por parte de los países en desarrollo los de deja en una posición vulnerable ante los crecientes daños climáticos que sufren, sobre todo, los países de Centroamérica y Caribe.

“A raíz de fenómenos hidrometereológicos en esas regiones, prácticamente han desaparecido poblaciones de gente y ecosistemas. La gestión apropiada de las perdidas y daños, y la necesidad de reconocer que los mayores responsables en la generación del cambio climático tienen la obligación de compensar a esas comunidades, es importante” indicó.

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