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Fin a las brechas de género

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En el mundo postpandemia: ¿es posible una recuperación sostenible y con igualdad de género?

Por: Prof. Olivia Sokol, Responsable del Area de Indicadores & Género de FORS

La pandemia golpeó a América Latina y el Caribe en un contexto de bajo crecimiento económico y aumento de la pobreza y las desigualdades en general. En términos de género profundizó diversos aspectos entre los que se destacan el aumento de la pobreza, diferencias en el acceso a servicios financieros y mujeres sobrerrepresentadas en la primera línea de respuesta a la pandemia, pero al mismo tiempo menor participación en los procesos de toma de decisión frente a la crisis, entre otros. 

Es importante reconocer la existencia previa de -por un lado- una alta informalidad de las relaciones laborales que se exacerba con la pandemia y por otra parte una segregación ocupacional por género. Esto se traduce en:  mayor presencia de mujeres en micro, pequeñas y medianas empresas; mayores barreras para acceder a financiamiento, emprender y exportar; concentración de ellas en sectores y ocupaciones de menor productividad; sobrerrepresentación en el empleo informal; menores niveles de ingresos; poco o nulo acceso a la seguridad y la protección social; y, sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados. 

Con la recesión económica un porcentaje muy alto de personas vio como sus ingresos disminuyeron y para nuestra región según ONU MUJERES esto afecto en el trabajo remunerado con una brecha de género entre 1 y 6 puntos porcentuales en detrimento de las mujeres. Además, un 56,9% de las mujeres en América Latina y un 54,3% en el Caribe se encuentran ocupadas en sectores en los que se está dando y se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo y los ingresos (Informe Especial Covid-19 Nº 9 CEPAL). 

Al cierre del 2020, a pesar de una tendencia de recuperación, se dio una pérdida de empleo total cercana a los 16 millones en Latinoamérica. En Argentina, entre abril y junio de 2019, el porcentaje de desocupación ubicaba a las mujeres en peor posición que los varones, con 13.5% de desempleo para ellas, frente a un 12.8 para ellos (INDEC. Trabajo e Ingresos, vol. 4, N° 5, Buenos Aires, 2020). Además, al inicio de la pandemia existía una brecha de ingresos de 29%, lo que se profundizó en el segundo trimestre de 2020 llevando a un retroceso en la tasa de actividad femenina que remonta a 20 años atrás (Dirección de Economía e Igualdad de Género, 2020).

El trabajo no pago

Antes del 2020 las mujeres de nuestra región dedicaban diariamente al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados el triple del tiempo que dedicaban los hombres a las mismas tareas. Debido a que la principal medida de salud pública para hacer frente al virus fue -y sigue siendo- el distanciamiento y la creación de “burbujas” familiares para frenar el contagio, la consecuencia inmediata fue el confinamiento doméstico, el cierre parcial o total de lugares de trabajo, cierre de los centros de educación y los servicios públicos. Por todo ello, las familias atienden al conjunto de estas actividades en un mismo espacio privado.

Todas estas cargas intensificadas por las condiciones durante el confinamiento, estresaron y tensionaron las dinámicas familiares y en muchos casos la salud psicofísica de las personas. Según las Encuestas de Evaluación Rápida sobre el Impacto del COVID-19 (ONU Mujeres), si bien los varones aumentaron su participación en estas actividades, las mujeres sufrieron un impacto mayor en su cumplimiento. En particular resaltan lo vinculado con el tiempo dedicado a la enseñanza, a la alimentación, limpieza y juego con menores a cargo. 

Nuestro sistema económico se sostiene gracias a la red de cuidado y tareas domésticas que realizan día a día miles de mujeres. Entonces, cuando hablamos de estas tareas, no se trata de amor familiar, sino que es trabajo no pago. La división desigual en el reparto de esta tarea, implica una doble jornada laboral para las mujeres, restringen la posibilidad de acceder a empleos de jornadas completas y muchas veces las vuelcan al sector informal.

Las políticas fiscales postpandemia deberían contribuir de forma simultánea y sinérgica a los objetivos de la reactivación económica y el cierre de brechas. Esto requiere un nuevo pacto fiscal, que promueva la igualdad de género como elemento central para una recuperación sostenible

Brechas digitales y financieras

La informatización digital de prácticamente todas las actividades de la vida a partir de la irrupción de la pandemia trae oportunidades, pero también grandes desafíos para la autonomía económica de las mujeres y para alcanzar la igualdad de género en concordancia con el Objetivo 5 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Como se afirma en la Estrategia de Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional del Desarrollo Sostenible, la intersección entre la pobreza, la brecha digital y la desigualdad de género socava las oportunidades que podrían tener las mujeres.

En los hogares más pobres la región el costo del servicio de internet puede llegar a representar entre un 14 y 12 por ciento del ingreso (Informe Especial Covid-19 Nº 9 CEPAL). Las mujeres de menores ingresos enfrentan un doble obstáculo: la falta de autonomía económica y la brecha de acceso a Internet para el trabajo a distancia.  

Desde el punto de vista de la igualdad de género es imprescindible superar la segmentación en el mundo laboral y lograr que las nuevas posibilidades de la economía digital vayan acompañadas de la transformación de los roles asignados a varones y mujeres. Un buen punto de partida sería la promoción de procesos de transformación digital incluyentes, que incorporen el acceso a tecnologías que potencien las habilidades para su uso.

Por otro lado, según la directora del Banco Central de la Republica Argentina, Betina Stein, el rechazo en las mujeres a la solicitud de créditos personales y como cabezas de empresas es dos veces y medio mayor que en los hombres. En sus propias palabras “eso tiene que ver con la mirada masculina del mundo financiero y es lo que tenemos que empezar a modificar” (Min. De Economía, Economía, igualdad y género, 30 de marzo 2021).

Las políticas fiscales postpandemia deberían contribuir de forma simultánea y sinérgica a los objetivos de la reactivación económica y el cierre de brechas, esto requiere un nuevo pacto fiscal, que promueva la igualdad de género como elemento central para una recuperación sostenible. Para lograrlo debe basarse en el análisis de los efectos diferenciados entre hombres y mujeres de las medidas fiscales impulsadas, debe aumentar los niveles de recaudación de forma progresiva y movilizar recursos adicionales, asignar en los presupuestos de gobierno recursos suficientes dirigidos a las políticas clave para las mujeres en el contexto, y promover paquetes de estímulo fiscal orientados a proteger los ingresos y el empleo de las más afectadas por la crisis. 

En el 2020 los efectos de la pandemia demuestran tener consecuencias diferenciadas sobre las mujeres debido a desigualdades estructurales en su participación económica. Para cambiar eso, podemos responder con acciones, que confluyan en alianzas entre distintos actores públicos y privados, fuertemente comprometidos en incorporar la perspectiva de género en la reconstrucción y reactivación económica post COVID-19. 

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