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El ajedrez ambiental

Homero Bibiloni
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Entrevista a Homero Bibiloni

Un análisis que toma como eje la problemática ambiental a nivel mundial, pero que se ve atravesada por sus implicancias en lo económico y en lo social fronteras adentro de cada país. Un ajedrez internacional donde nadie quiere perder.

Durante su extensa trayectoria profesional se encuentran funciones en lo privado como así también en diferentes niveles del Estado y organismos binacionales, llegando a asumir en 2015 como Secretario de Ambiente de Nación. Actualmente se desempeña docente en la Universidad Nacional Arturo Jauretche y como Director de Estudio de La Plaza, ciencias jurídicas y ambientales. En esta charla con Alessandra Minnicelli para el programa “40 Minutos de RSE” (Miércoles 22 hs por Canal 22 online), Homero Bibiloni se detiene analizar el contexto internacional en torno a la problemática ambiental y realiza una minuciosa descripción de la situación de nuestro país en ese marco.  

Al hablar del impacto que tienen los diversos países sobre el cambio climático, Argentina es uno de los menos contaminantes, mientras que China o Estados Unidos se encuentran en el otro extremo. ¿Creés que es posible prosperar de forma justa y armónica en nuestro planeta o es una utopía? 

En materia ambiental la visión global y la local deben tener una armonía porque, de lo contrario, seguimos las lógicas de los países desarrollados que son los generadores de la enorme deuda ambiental planetaria que hay por emisiones de gases de efecto invernadero.  Lo que siempre se soslaya en este marco, es quién va a financiar la mitigación -con tecnologías bajas en carbono, tecnologías de capital intensivo, menos mano de obra como así también quien financia la adaptación, que es una acción absolutamente local.

 

Otra gran debate en este marco es quién financia estas actividades.

Aquí viene el gran drama, ya que desde el Acuerdo de París los países desarrollados tienen que poner una cantidad de dinero que nunca llega en tiempo y forma.  El problema estructural nadie lo evidencia ni le pone nombre y apellido. Hay que empezar a nominarlo como se suele indicar con mucha precisión en materia ambienta: “Responsabilidades comunes pero diferenciadas”.    

Tenemos la necesidad de financiar la mitigación y la adaptación pero quienes deben poner el mayor esfuerzo indudablemente son los deudores ambientales planetarios que están muy claramente determinados en porcentajes en niveles de emisiones. Luego todo eso baja de manera simplificada para que los actores locales tengan una oportunidad de hacer cambios tecnológicos, laborales, productivos, cambios de cultura social de manera armónica para que sus responsabilidades comunes vayan variando pero diferenciadas de los grandes actores  que son quienes realmente tienen que hacer el mayor esfuerzo.      

La clave está cuánto dinero va a poner el mundo desarrollado para paliar su deuda ambiental y cómo será el reconocimiento y pago de los servicios ambientales.

¿Qué expectativas se tiene sobre la COP26

Lo cierto es que los documentos que allí se tratan tienen que salir con una aprobación general, pero de alguna manera “se los va lavando” de contenido.  Si no hay una voluntad de firmar exactamente lo que se plantea, es muy difícil obtener resultados demasiado concretos. El planeta ha acelerado brutalmente las condiciones desfavorables de inundaciones, sequías, se han incrementado los problemas de desplazados ambientales, en fin, las catástrofes son múltiples y las vemos, entonces lo que se puede esperar, es que haya compromisos más tangibles. 

La clave está cuánto dinero va a poner el mundo desarrollado para paliar su deuda ambiental y cómo va a ser el reconocimiento y el pago de los servicios ambientales. Por otro lado, será importante velar por que esas tecnologías a transferir bajas en carbono y de capital intensivo no desplacen el trabajo en los términos tradicionales, es decir, se trata de hacer un esfuerzo de reconversión empresaria y laboral,  pero bajo la mirada de lo que se denomina “Transición justa”. 

En la Argentina la actividad agrícola ganadera y extractivista sigue teniendo mucho peso e impacto económico y social, más allá del ambiental. ¿Creés posible una nueva mirada sobre las alianzas público-privadas para mejorar las condiciones desde otro posicionamiento?

Creo que tiene que haber un nuevo punto de encuentro. Tenemos la ventaja que en Argentina hay un gabinete nacional de cambio climático porque demuestra que hay varios ministerios que están pensando el tema desde sus competencias específicas y en la transversalidad de lo ambiental. Esto quiere decir que producción, trabajo, ambiente acá van juntas.  

Por otro lado hay que empezar a medir en toda la trazabilidad de las actividades productivas cuánto emite cada quien para implementar medidas sustitutivas que compensen las emisiones. 

El otro punto es que la administración pública no puede guiarse por lo que el privado “generosamente” propone, porque es mucho menos de sus niveles de impacto real. En ese sentido, creo que todo el sistema científico-tecnológico de argentina y con un rol preponderante de las universidades públicas tiene que colaborar en monitorear y controlar que se cuantifiquen, que se lleven al papel y que eso sea la herramienta de control público, porque al mercado lo controla el sector público con políticas transversales, sabemos que ni derrama ni se autocontrola.  Hay una necesaria convergencia, donde las empresas en el marco de su Responsabilidad Social deben empezar a pensar con otra tónica. 

En materia ambiental la visión global y la local deben tener una armonía porque, de lo contrario, seguimos las lógicas de los países desarrollados que son los generadores de la enorme deuda ambiental planetaria que hay por emisiones de gases de efecto invernadero. 

Existe falta de consenso científico acerca del cambio climático y hasta donde ha contribuido la actividad humana para llegar a la situación actual. ¿Cuál es tu postura? 

Las estadísticas en general demuestran que todo lo que tiene que ver con la propia naturaleza  -tsunamis, terremotos y demás- han tenido comportamientos más o menos semejantes en largos periodos históricos, no obstante, lo que se disparó brutalmente son los problemas de altísimas temperaturas, tremendas sequías, lluvias concentradas, inundaciones, es decir, todo lo que puede adaptarse a una actividad antrópica de emisiones descontroladas que provocan el efecto invernadero.  

Si uno mira la información del Panel internacional de Cambio Climático es muy contundente. Si bien siempre puede haber una o más opiniones disidentes hay un principio en materia ambiental que plantea que ante la falta de absoluta certeza científica hay que optar por el valor ambiental porque de lo contrario caeríamos siempre en inacción.  Creo que hay que trabajar con el dato conocido, seguir profundizando ese rumbo. 

Es clave velar porque las tecnologías a transferir bajas en carbono y de capital intensivo no desplacen el trabajo en los términos tradicionales. Se trata de hacer un esfuerzo de reconversión empresarial y laboral,  pero bajo la mirada de una “Transición justa”.

Indudablemente la actividad del hombre es la única variable sobre la que podemos tomar algún tipo de intervención, por eso es tan importante trabajar sobre indicadores que marquen si los objetivos que se van fijando logran cumplirse en lo que la realidad demanda. 

Hay que ir midiendo en todos proyectos o actividad no solamente los niveles de mitigación y de adaptación que se aporta, sino cómo se está cumpliendo cuanti y cualitativamente con los objetivos de Desarrollo Sostenible que además se alinean -en lo conceptual- con Laudato Si, la encíclicla del Papa Francisco.  Si uno mira todo integralmente existe una unidad conceptual  en la mirada ecuménica y la mirada internacional. Son elementos absolutamente integrados y precisamente viables de ser considerados como un todo. 

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