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Hacía la soberanía digital

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Mumuki, una empresa creada para afrontar el gran desafío de promover la educación de la programación y lograr una verdadera inclusión digital. El horizonte: la soberanía digital de nuestro país. 

Mumuki nació como respuesta tecnológica a una problemática que Franco Bulgarelli -su fundador- detectó en las clases donde se desempeñaba como docente en programación: escasa practica y ejercitación de sus alumnos en base a los conocimientos que iban adquiriendo y dispersión de la información disponible en los entornos de enseñanza. 

Así, en 2014 decidió crear una plataforma interactiva, con el objetivo de promover la educación de la programación y el pensamiento computacional de manera inclusiva, entretenida y durable, utilizando software y contenido libre en español. 

Se trata de enseñar a programar de forma masiva, pensarlo como una política y una visión a nivel país que implica que desde la escuela primaria se empiece a trabajar en la alfabetización digital. 

A raíz de la gran aceptación que tuvo la propuesta, en 2015 y la evidencia del vacío que venía a cubrir, junto con la incorporación de nuevos socios, Mumuki creció y devino en una empresa donde la plataforma educativa era solo un escalón para seguir avanzando. Hoy ofrece asesoramiento, generación de contenido educativo, equipos de mentoría para acompañar a los estudiantes y formación docente. 

Desde los comienzos de esta iniciativa, la mirada estuvo puesta en ampliar el alcance de la programación y expandir los límites que solamente alcanzaban a universidades, terciarios y tecnicaturas. ¿El horizonte? Lograr un cambio de paradigma en la visión estratégica como país.  “Se trata de enseñar a programar de forma masiva, pensarlo como una política y una visión a nivel país que implica que ,desde la escuela primaria, se empiece a trabajar en la alfabetización digital” remarca Bulgarelli. Es necesario -agrega- “trabajar para contar con una infraestructura productiva con el fin de que la Argentina sea -aun más- un país productor y exportador de software que le permita alcanzar la soberanía digital”.  

Inclusión digital: más que una computadora. 

La inclusión digital es un término amplio que tiene como punto de partida el acceso físico a los recursos tecnológicos y la posibilidad de utilizar internet, pero según explica Bulgarelli, desde Mumuki entienden que va mucho más allá. “No se trata de que haya usuarios y usuarias de la tecnológica existente, sino de ser productores de la misma. Esto implica -entre otras cosas- la habilidad de programar. Creemos que es la forma mas integral de aproximarnos a la computadora, a la informática y a la soberanía digital porque nos da la posibilidad de dejar de utilizar herramientas existentes para empezar a crear las propias, con nuestras visiones, atendiendo nuestras problemáticas y necesidades desde nuestro propio punto de vista” dice Bulgarelli y agrega: “no es lo mismo el software producido en Estados Unidos, en algunos países asiáticos, en Europa, que uno producido en Latinoamérica para personas latinoamericanas”. 

Es necesario trabajar para contar con una infraestructura productiva con el fin de que la Argentina sea -aún más- un país productor y exportador de software que le permita alcanzar la soberanía digital. 

En ese marco, desde Mumuki delinearon una estrategia para acompañar a distintos grupos a través de un asesoramiento integral. Junto a gobiernos municipales, provinciales y diversos ministerios trabajan en el diseño e implementación de políticas públicas de formación en programación y conjuntamente llevan adelante formación para escuelas, docentes, cursos de empleabilidad, capacitaciones en tecnología, entre otros. 

Por otro lado, a través de la enseñanza de la programación, trabajan codo a codo con los docentes en las escuelas para que las nuevas generaciones puedan participar en el mundo digital de manera segura y responsable, siendo conscientes de sus derechos, obligaciones y posibilidades. “Al aprender programación con Mumuki, niños, niñas y adolescentes, adquirirán habilidades para solucionar diversas problemáticas de su vida cotidiana, aumentarán sus oportunidades para la futura integración al mundo del trabajo y tendrán mejores herramientas para el ejercicio pleno de su ciudadanía en una cultura digital” afirman desde la entidad.

Otro gran grupo con el que trabajan desde Mumuki es el de las academias educativas como las coding schools y bootcamps de programación. Allí la labor se centra en brindar herramientas y servicios para que potencien aún más su impacto. De esta manera, responden de manera proactiva a la demanda de profesionales formados para cubrir los más de 5000 puestos laborales que quedan vacantes cada año en el sector de la economía del conocimiento. 

Se necesita siempre una articulación entre lo público y lo privado. No se puede solamente depender de las necesidades de las empresas para motorizar la producción del conocimiento o para generar formación.

Un eslabón en la cadena

Las brechas que se dan en el ecosistema tecnológico son diversas y cada una representa un desafío por sí misma. Además de aquellas que están dadas por la falta de acceso a la tecnología o internet, las más notorias son las brechas etarias, de género y también aquellas que se observan por las condiciones económicas y sociales de un determinado espacio geográfico. “Hay municipios, provincias, países que son mas privilegiados que otros y eso repercute negativamente en las posibilidades de un crecimiento federal y democrático. La única forma de resolver eso es a través de las políticas publicas, porque obviamente el mercado puede hacer su contribución, pero con eso no alcanza” remarca Bulgarelli y añade: “es necesario siempre una articulación entre lo publico y lo privado. “Por un lado las empresas tienen necesidades y contribuyen a motorizar la producción de conocimiento, pero el Estado es fundamental a la hora de definir una visión de país”.

En este sentido, todos los actores que conforman este ecosistema cumplen un rol fundamental a la hora de potenciar los resultados en torno a la inclusión digital. “Las empresas somos un motor, inyectamos energía al mercado”. 

La brecha de género persiste

La tecnología es un ámbito históricamente masculinizado. Los sesgos y los estereotipos aun juegan fuerte en esta esfera donde las mujeres están sub-representadas. Según datos de 2020 del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), “aunque 6 de cada 10 estudiantes universitarias son mujeres, sólo representan el 25% en carreras de ingeniería y ciencias aplicadas; y el 15% en las inscripciones a carreras de programación”. La vulnerabilidad de las mujeres y diversidades de género que se desempeñan en roles tecnológicos se vive en situaciones cotidianas de hostilidad, discriminación y violencia atribuibles a su identidad de género y/o su orientación sexual. Estas prácticas que generan incomodidad y malestar se constituyen como mecanismos de exclusión que se reproducen en los distintos ámbitos de tecnología, provocando que las mujeres y diversidades se encuentren en una situación de desventaja en sus carreras profesionales. Según un estudio realizado por “Mujeres en tecnología”, en comparación con los varones cis heterosexuales, las mujeres y diversidades de género manifiestan sentir un trato diferencial en el ámbito laboral tech debido a su condición de género. Mientras tanto, un 74% de los varones cis heterosexuales consultados, afirmaron nunca haber sentido un trato fuera diferente por su identidad de género”.
de género persiste. 

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