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Hindou Oumarou Ibrahim

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Ciencia y conocimiento ancestral

“No se puede hablar de nosotros, por nosotros, sin nosotros” se la escuchó exclamar a Hindou Oumarou Ibrahim al reclamar sobre ausencia de los pueblos originarios en las discusiones internacionales en torno al cambio climático. 

Con el objetivo de modificar esa realidad, esta mujer de 38 años nacida en el país africano llamado Chad, inició su activismo ambiental poniendo el foco en algo que afectaba especialmente a su comunidad. Ibrahim le mostró al mundo que el lago que lleva el mismo nombre que su país y que suministra agua a más de 30 millones de personas de cuatro países (Chad, Camerún, Níger y Nigeria) estaba desapareciendo día a día, producto del cambio climático. 

Logró hacer escuchar su voz y la de su pueblo para alertar sobre la emergencia climática que atraviesa Chad, el país africano donde nació. 

“Cuando mi madre nació, el lago Chad tenía unos 25.000 km2 de agua. Cuando yo nací, hace más de 30 años, tenía 10.000 km2. Y ahora tiene unos 1.200 km2”, aseguró. 

Frente a este panorama, donde se suman las constantes sequias, las frecuentes inundaciones e incendios Ibrahim veía en primera persona el impacto que ello tenía en su propio pueblo y en el de cientos de agricultores, pescadores y ganaderos de la zona que dependen de la naturaleza para su subsistencia. “Estamos en primera línea del cambio climático” remarcó. 

Dueña de un carisma particular, Ibrahim no tardó en lograr el apoyo de su comunidad y de las aledañas para iniciar un proyecto que tenía como fin mejorar la gestión de los recursos naturales y distribuir mejor lo que queda tras el impacto climático y la pérdida de biodiversidad. Para ello, siendo geógrafa, decidió realizar un mapa participativo involucrando a distintas generaciones de los pobladores locales para relevar la información. 

Combinó tecnología con conocimiento indígena para administrar mejor los recursos naturales.

Reunió a 500 pastores para que rastrillaran los recursos naturales de su región. Los hombres documentaron crestas y mesetas, ríos y lugares sagrados. Las mujeres por su parte, localizaron los manantiales. 

El valioso material que lograron como resultado, fue utilizado por el gobierno nacional para resolver el conflicto entre agricultores y pastores nómadas por la rápida disminución de los recursos hídricos.

El abordaje que implementó Ibrahim en todo su proyecto, compagina saber científico y la sabiduría ancestral que concentran los pueblos originarios.

“El conocimiento tradicional y la ciencia climática son sumamente importantes para desarrollar la resiliencia de las comunidades rurales para hacer frente al cambio climático, y los Pueblos Indígenas están dispuestos a compartir sus conocimientos, para ayudar a mitigar y adaptarse a los cambios” expresó.

Con largos años de trabajo logró una mayor inclusión de miradas alternativas y voces no hegemónicas en las conversaciones globales de activismo contra los efectos del cambio climático. 

Creó mapas participativos relevando el conocimiento ancestral para afrontar el cambio climático.

Uno de sus puntos álgidos en este sentido lo vivió al ser seleccionada para ser la oradora representante de la sociedad civil en la ceremonia de firma del acuerdo histórico sobre el clima alcanzado en la XXI Conferencia de la ONU el 22 de abril de 2016, en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (CMNUCC-COP21), que se celebró en París en diciembre de 2015. 

También es miembro del consejo ejecutivo del Comité Coordinador de los Pueblos Indígenas de África y, copresidenta del Foro Internacional de Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático.

Su incansable lucha por hacerse escuchar le valieron ser una de las laureadas del Premio Rolex. “La mención de Rolex me permite continuar mi batalla ecológica y traer soluciones concretas y sostenibles a las comunidades más vulnerables del planeta. Hay que entender que no podemos hablar de derechos humanos sin hablar de derechos medioambientales; todos dependemos de la naturaleza”.

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