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Des-información

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Si hay algún factor ha marcado la última década, es -sin dudas- es el auge de la tecnología y con ella, la democratización y globalización de la comunicación. Sin embargo, no todo fue positivo, la desinformación gana terreno y es un desafío. Desde PNUD y los Laboratorios de Aceleración lanzaron una serie de documentos con cuatro lecciones clave para combatirla.

La difusión de información falsa, tanto involuntaria como intencional, no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, a medida que las tecnologías digitales han aumentado la velocidad y reducido el costo de los flujos de información, se ha convertido en un problema cada vez más generalizado en las sociedades de todo el mundo. Esto se vio impulsado en particular por el auge de las redes sociales y las plataformas de mensajería, que han permitido que una amplia gama de actores (desde ciudadanos hasta bots y políticos) publiciten información no verificada a audiencias masivas más fácilmente que nunca.

Sobre este gran desafío que se le presenta a las sociedades actuales, la Oficina Regional del PNUD para América Latina y el Caribe y sus Laboratorios de Aceleración, lanzaron una serie de breves documentos titulados: “Aprender de la innovación en América Latina y el Caribe (ALC)”. Allí, se  busca avanzar en la comprensión de los retos clave del desarrollo estructural en ALC mediante el análisis de lecciones aprendidas emergentes de enfoques innovadores para abordar estos problemas en países de toda la región.

Como disparador de estos documentos, desde PNUD enuncian que según un estudio reciente, las personas en América Latina reportan algunos de los niveles más altos de preocupación por la desinformación en el mundo (solo detrás de África): el 65% de los encuestados de la región afirman que les preocupa qué noticias son reales y qué noticias son falsas en el internet. “El gran volumen de información falsa que se crea en la región de ALC conlleva consecuencias potencialmente perjudiciales para un amplio conjunto de importantes resultados de desarrollo” afirman y agregan “en particular, corre el riesgo de erosionar la calidad del proceso político democrático si los debates públicos se basan en información falsa en lugar de verdadera”. 

En este marco, la labor de los Laboratorios de Aceleración del PNUD (presentes en (Argentina, Bolivia, Colombia, República Dominicana, Guatemala, Panamá, Perú y Uruguay) ofrece una oportunidad para avanzar en la forma de pensar la desinformación en la región, así como en los enfoques para combatirla. 

¿Cómo se combate? 

El conocimiento generado por los Laboratorios les ha permitido a los especialistas de PNUD generar una serie de recomendaciones para combatir la desinformación. 

El primero de ellos consiste en cerrar las brechas de información. Para ello, se requieren inversiones complementarias para combatir la información “faltante”. “Las brechas en la información verdadera (como una base de evidencia limitada o una comprensión pública limitada de problemas específicos) pueden servir como un terreno fértil para que la información errónea crezca y florezca” explican. Proponen centrarse en varios aspectos diferentes para llenar los vacíos de información, incluida la inversión en investigación para ampliar la base de información en los casos en que la evidencia es limitada, así como la inversión en esfuerzos de comunicación en los casos en que la información no llega de manera efectiva a todas las partes interesadas relevantes. 

En segundo lugar, recomiendan reforzar las defensas cognitivas, esto quiere decir, abordar las raíces de por qué la desinformación es efectiva para moldear el comportamiento.  Desde esta perspectiva, los laboratorios desafían la suposición de que exponer la información errónea como falsa es suficiente para evitar que influya en las percepciones o acciones de las personas. Si la información falsa en cuestión en realidad ha sido estratégicamente diseñada para explotar nuestros diversos sesgos cognitivos y emociones para desencadenar algún tipo de reacción, hace que combatirla sea mucho más difícil. De hecho, esto es bastante común en los casos en que se difunde intencionalmente información falsa por motivos políticos (o de otro tipo). “Combatir este tipo de información falsa requiere abordar algunas de las causas fundamentales de por qué cierta información errónea puede ser tan virulenta” enfatizan. 

Si la información falsa fue estratégicamente diseñada para explotar nuestros diversos sesgos cognitivos y emociones para desencadenar algún tipo de reacción, esto hace que combatirla sea mucho más difícil.

“Construir un sistema dinámico”, resume el tercer aporte de PNUD a la hora de luchar contra la desinformación. Subrayan la importancia de diseñar soluciones que abarquen la naturaleza dinámica del problema. “La información se propaga rápidamente dentro de entornos de red complejos compuestos por una variedad de actores (incluidos humanos y bots) y fluye en múltiples direcciones” explican. Además -agregan- cualquier acción que se tome para combatir la información errónea también podría provocar nuevas reacciones de los actores de la red (incluidos aquellos que generan, difunden o reciben la información errónea), lo que podría cambiar fundamentalmente la naturaleza del problema original cuya solución fue diseñada para combatir. El trabajo de los Laboratorios sugiere, sin embargo, que con los tipos correctos de herramientas de escucha es posible diseñar soluciones que busquen anticiparse a algunas de estas dinámicas. 

El trabajo en colaboración no podía faltar en este enfoque, por eso, el cuarto punto invita a aprovechar los enfoques participativos colectivos para garantizar que las soluciones no otorguen a ningún actor en particular demasiado control sobre el entorno de la información. Los enfoques de arriba hacia abajo dirigidos únicamente por actores individuales, como agencias gubernamentales o propietarios de empresas de tecnología (como redes sociales o plataformas de mensajería), corren el riesgo de concentrar el poder de controlar y censurar el entorno de información demasiado en manos de una sola entidad. Por el contrario, las herramientas más participativas creadas, de propiedad y operadas por el público o una amplia coalición de actores pueden ayudar a frenar la propagación de información errónea sin correr el riesgo de este tipo de preocupación.

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