El agua no solo es esencial para la vida, sino también un factor clave en la geopolítica y el desarrollo económico de las naciones. En un contexto global marcado por el estrés hídrico, la Lic. Vanesa Carla Ben analiza los desafíos estratégicos que plantea esta crisis, exponiendo cómo su impacto trasciende lo ambiental para transformar las dinámicas económicas, sociales y políticas.
Toda fuente de agua permite la interacción dinámica de los sistemas socioeconómicos y biofísicos, que expresa un modelo de manejo del agua, suelo, flora y fauna impactando en todas las actividades humanas. En el ciclo hidrológico natural y antropológico cohabitan diferentes grupos humanos, con identidades, tradiciones y culturas diversas.
Los desafíos de la humanidad deben poner en el centro de la agenda los conflictos hídricos, porque el acceso a agua de calidad está afectado por diversas causas. Entre ellas, se pueden mencionar el crecimiento poblacional, el impacto de la contaminación, el uso inadecuado del suelo, la sobreexplotación de acuíferos, la inequidad hídrica, los patrones de consumo, su uso industrial y productivo, su impacto en la seguridad alimentaria y su educación hídrica.
El estrés hídrico avanza en el mundo. Sin medidas a corto y mediano plazo la humanidad enfrentará una situación crítica, amenazando el escenario geopolítico global. La demanda creciente de agua, el crecimiento de las actividades extractivistas, los efectos del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, ponen de manifiesto que se requiere acción inmediata frente crisis del agua.
Esta situación tiene impacto directo en la macroeconomía, ya que se calcula que en el 2050 el PBI mundial será de 225 billones de USD y si se cumplen las previsiones de consumo de agua, 70 billones (el 31%) estarán expuestos al estrés hídrico.
El impacto del estrés hídrico va más allá de ser una problemática ambiental. Vivir con ello, pone en peligro la vida de las personas, el empleo, la seguridad alimentaria y energética, ya que el agua es clave para el desarrollo de todas las actividades humanas: agricultura, ganadería, industria, producción de electricidad, salud humana y una sociedad más equitativa. Es también proclive a afectar la salud, ya que la escasez puede llevar al consumo de agua contaminada y a problemas de higiene. Impacta en la nutrición, dado que los alimentos pueden volverse escasos y más caros, e impacta en los medios de vida, ya que el rendimiento de la tierra disminuye.
La demanda creciente de agua, el crecimiento de las actividades extractivistas, los efectos del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, ponen de manifiesto que se requiere acción inmediata frente a la crisis del agua.
Si la seguridad hídrica está en riesgo, la seguridad alimentaria también. La seguridad hídrica es la disponibilidad del abastecimiento de agua aceptable, asequible y sostenible para la salud, los medios de vida, los ecosistemas y la producción.
Según FAO, producir alimentos para 9.700 millones -que se estima será la población en 2050- el mundo necesitará producir un 56% más de calorías que en 2010. El 60% de la agricultura del mundo ya enfrenta estrés hídrico extremadamente alto, como la caña de azúcar, el trigo, el arroz y el maíz. FAO afirma que para el año 2025 se estima que 1.900 millones de personas vivirán en países o regiones que enfrentan escasez absoluta de agua.
Medir Estrés Hídrico
Según los datos del Informe del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) donde se analizan 13 indicadores de riesgo hídrico global (Aqueduct 4.0), indican que unas 2.000 millones de personas viven actualmente con estrés hídrico, es decir una cuarta parte de la población mundial y que unas 4.000 millones viven con desequilibrio hídrico durante al menos un mes al año.
Dicho Atlas de Riesgos Hídricos del Programa Aqueduct utiliza indicadores de riesgo global hídrico que permiten realizar proyecciones futuras de oferta, demanda y estrés hídrico, entre otros. El informe también expresa que se trata de una problemática endémica y se espera que para el 2050, unas 1.000 millones de personas más vivan en estrés hídrico extremadamente alto. Por lo tanto, 7.000 millones de personas deberán gestionar el suministro de agua en algún momento del año para que no le falte para su cultivo, la cría de ganado, la producción de electricidad y mantenimiento de la salud.
Un método ampliamente utilizado para medir la escasez de agua también, es el indicador de estrés hídrico de Falkenmark. Éste define la escasez de agua como la cantidad total de agua dulce disponible para las personas que viven en una región determinada. Mide la “escasez de agua” como la cantidad de agua renovable disponible por persona y por año, de la siguiente manera:
- cuando la cantidad de agua dulce renovable en un país es inferior a 1.700 metros cúbicos por persona por año, se considera que la “región sufre de estrés hídrico”;
- cuando esta cantidad cae por debajo de 1.000 m³, se considera que la “región experimenta escasez de agua”; y
- cuando la cantidad de agua renovable por persona por año cae a menos de 500 m³, se considera que la “región experimenta escasez absoluta de agua”.
Este método es sencillo pero no incluye las variaciones estacionales y regionales en la disponibilidad, ni el uso del agua, ni si los recursos hídricos son accesibles o seguros para su uso con el propósito previsto.
El ratio de criticidad conocido como proporción de retiro a disponibilidad, en lugar de calcular las cantidades iguales de agua por persona por países, define la escasez de agua según la demanda de la región versos el suministro de agua. Mide la escasez de agua como la proporción del agua total extraída por año en relación con la cantidad de agua disponible. Según este método una región se considera escasa cuando extrae por año entre el 20% y el 40% del agua disponible y severamente escasa si la extracción excede el 40 % de los recursos hídricos disponibles. Hay que considerar que este método no contempla las contribuciones humanas como la desalinización o reciclaje y reúso del agua, ni la reducción del consumo a través de cambios de comportamiento en el uso o por tecnología de ahorro de agua.
El agua es un factor estratégico en la geopolítica, en el desarrollo de un país y en la defensa de sus intereses. Una política de acceso a este recurso natural es clave, ya que condiciona la vida de una persona.
Otra medida de la escasez de agua fue desarrollada por el Instituto Internacional de Gestión de los Recursos Hídricos, en colaboración con el Instituto de Educación sobre el Agua del IHE-Delft, que adopta un enfoque más amplio. En lugar de basarse en datos locales fragmentarios, el WA+ framework utiliza modelos hidrológicos globales y datos procedentes de la teledetección de acceso abierto para analizar la oferta y la demanda de agua en cuencas fluviales complejas. Este desarrollo tiene en cuenta el agua contenida en la infraestructura de agua artificial, tal como las plantas de desalinización, y también el agua reciclada.
Este método clasifica como “económicamente escasos en agua” aquellos países que no podrán satisfacer la demanda futura de este recurso sin invertir en infraestructura hídrica y mejorar su eficiencia. Los países que no podrán satisfacer la demanda futura de agua incluso aunque realizaran inversiones en infraestructura se clasifican como ”físicamente escasos de agua”.
Por otro lado el Índice de Pobreza Hídrica (IPH) desarrollado por Sullivan (2002) considera las contribuciones realizadas por los ingresos y la riqueza para determinar la escasez de agua mediante la evaluación de los factores sociales, ambientales y económicos que afectan la disponibilidad de agua. Esta herramienta permite evaluar la disponibilidad del recurso en relación con las necesidades de las personas y el medio ambiente. Permite identificar las áreas con mayor necesidad y priorizar la acciones.
Panorama Hídrico en Argentina
Argentina enfrenta un estrés hídrico agudo con problemas de acceso a agua potable y saneamiento, contaminación y los impacto de los extremos climáticos que afectan a millones de personas.
El mapa de riesgos de estrés hídrico en Argentina no es homogéneo, su distribución es desigual y muchas de sus fuentes sobreexplotadas. La Puna y algunos puntos de la Cordillera de los Andes corren mayores riesgos por la retracción de los glaciares, la presión de la agroindustria y actividades extractivistas, además del crecimiento poblacional.
Un reporte del Banco Mundial (2022) hizo una advertencia sobre los eventos de sequía que podría causar una pérdida del PBI entre un 2% y un 5% para 20250. Si no se toman medidas sobre el Calentamiento Global, afectará el 25% de la superficie de riego del país en especial la región de Cuyo. Además agrega que se debe considerar el impacto conjunto de las inundaciones y el calor que reducirá el PBI del país entre un 0,5% a un 1,3% en 2050.
El impacto del estrés hídrico va más allá de ser una problemática ambiental. Vivir con ello, pone en peligro la vida de las personas, el empleo, la seguridad alimentaria y energética, ya que el agua es clave para el desarrollo de todas las actividades humanas
Según el citado estudio de World Resources Institute, Argentina tiene un estrés hídrico de bajo a medio. Sin embargo, el acceso al servicio de agua potable y saneamiento y los impactos de los extremos climáticos (inundaciones/sequías) poseen un gran déficit que alcanza a millones de personas.
En el Informe Argentina, Valorando el Agua elaborado por el grupo del Banco Mundial y la Asociación Global de Seguridad del Agua y Saneamiento (GWSP) expresa que el mundo enfrenta una profunda crisis hídrica y asegurar el agua para las generaciones actuales y futuras es uno de los desafíos de nuestra era. La seguridad hídrica implica el acceso a agua potable y saneamiento enfrenta desafíos que debe mejorar como su gobernanza, gestión más eficiente, la búsqueda de gestión integral de los recursos hídricos a través de soluciones basadas en la naturaleza, y mayor inversión en infraestructura azul.
El agua es un factor estratégico en la geopolítica, en el desarrollo de un país y en la defensa de sus intereses. Una política de acceso a este recurso natural es clave, ya que condiciona la vida de una persona. Además necesitamos desarrollar soluciones innovadoras, que permiten generar resiliencia y beneficios ambientales y sociales, donde el Planeta y las personas encuentren: en el valor del agua, el valor de la vida. Sin agua, no hay vida.
En una crisis humanitaria, la hidropolítica determina quien vive y quien no. Los datos y el conocimiento están disponibles, se requiere la toma de decisión para poner en el centro de la economía y el desarrollo: el valor de la vida.
Fuentes:
Informe de World Resources Institute
Water Accounting of International Water Management Institute
https://www.iwmi.org/news/water-accounting/
https://wateraccounting.un-ihe.org/en/
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informemapasii-digital.pdf
Deja un comentario