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¿Conoces a Marta Sanchez Soler?

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El ángel de los migrantes: Con una historia personal de exilios familiares, la mexicana por adopción Marta Sánchez brega por los derechos de quienes escapan del hambre, la falta de oportunidades, las maras, el narcotráfico, represiones y atraviesan países y geografías para tener la oportunidad de una vida mejor.

Es la cara visible del Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), un grupo de personas y organizaciones que defienden, mediante acciones políticas y sociales permanentes, la lucha de los migrantes en América Central, Estados Unidos y actualmente en todo el mundo. Se trata de Marta Sánchez Soler, mexicana por opción que la fundó en 2004 para producir un cambio radical en las leyes migratorias diseñadas sin tener como eje y norte los derechos humanos sino que tienden a la criminalización. Además ayuda a las madres de migrantes desaparecidos a encontrarlos, dirigiendo y recorriendo, todos los años en caravana y durante varios días las rutas que suelen hacer durante su trayecto hacia Estados Unidos. Sánchez Soler también registra las historias de estas familias para que no se olviden, para que no haya más víctimas de tráfico humano. Así las acompaña y atraviesan juntas Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala hacia México con el fin de buscar a sus hijos y sensibilizar sobre los riesgos que enfrentan los migrantes, en particular los centroamericanos, que viajan por la región hacia y dentro de los Estados Unidos.

Entre las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo, según la BBC

14 años de lucha

Su trabajo ha sido reconocido hace dos años por la BBC en su lista de las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo, siendo una de las 9 latinoamericanas seleccionadas para la distinción. Es socióloga y docente y en los ‘90, fue responsable de implementar el Memorando de Entendimiento sobre Educación de Adultos en Baja California, firmado por los Presidentes de México y Estados Unidos. También desarrolló materiales educativos regionales en Baja California para mejorar la calidad de la educación entregada a los estudiantes migrantes.

Sánchez Soler nació en 1941 en Montaubonen, Francia, de una familia republicana que sufrió el exilio y la separación durante la dictadura de Franco. La invasión alemana al país galo los forzó a cruzar el Atlántico y llegar a México, país al que Sánchez Soler reconoce como propio. Tardaron en poder reunirse porque era una época marcada por la tragedia de la guerra, el holocausto y millones de refugiados. Poder subirse a un barco, como ella misma lo afirma, no fue fácil y conoció a su padre recién a los 5 años. En diversas entrevistas, ha reconocido que el derrotero de sus padres marcó su futura acción social por los actuales migrantes. “En lo que actualmente hago, hay una cuestión muy personal y de mi historia familiar”, afirma.

Durante su vida, esta activista siempre trabajó en cuestiones sociales como desarrollo de comunidades, proyectos educativos para sectores vulnerables, fomento de cooperativas. Pero la preocupación por los migrantes como actividad de dedicación exclusiva le llegó más tarde, en 1994, al residir en Estados Unidos y acercarse a una ONG que apoyaba a los mexicanos ilegales.

13 años de caravanas como puentes de esperanza

5 países recorridos en las caravanas

Al volver a México y con la experiencia previa, tomó conciencia de la ola de centroamericanos que pasaban por allí para poder llegar a Estados Unidos y se hizo eco de los miles de sacrificios y penurias por las cuales pasaban, escapándose de las maras, de narcotraficantes y cayendo muchas veces en organizaciones delictivas que los explotan. Y entonces decidió crear no una organización de la sociedad civil sino un movimiento para tener mayor flexibilidad y evitar burocratizaciones y ayudar a estas personas en sus recorridos. Así, MMM surgió primero como una red de amigos unidos por la misma causa y con recursos propios. Poco a poco se fueron sumando más personas y entidades pero con la claridad de la independencia ideológica, de credos y económica.

A su vez, la caravana que todos los años lidera, es sólo una manera de hacer visible la problemática porque el trabajo de encontrar gente desaparecida es constante y una tarea casi de detectives. Y como ella misma admite, algunas historias con final feliz y muchas otras que le quiebran el alma: la localización de fosas clandestinas. A pesar de esto y de las amenazas constantes que recibe, se reconoce a sí misma como una luchadora, que proviene de una familia luchadora de férreas convicciones.  Los migrantes tienen en ella una voz que se alza y una ángel de la guarda.

 

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