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Desigualdad registrada

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En un reciente estudio de CEPAL se vincula este concepto con la dificultad para lograr el desarrollo y la productividad. Causas y efectos.

En la región del planeta con mayor desigualdad registrada, la preocupación para revertir esto y llevarla por la senda del desarrollo es compartida por diversas entidades. Entre ellas se destaca la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que durante sus siete décadas de historia institucional, ha propuesto horizontes estratégicos de desarrollo. “A partir de 2010, este compromiso adquirió un énfasis especial en la igualdad, que se expresa en los principales documentos sometidos a consideración de los países de la región en los últimos cuatro períodos de sesiones.

Así, por casi una década, la CEPAL ha posicionado a la igualdad como un valor fundamental del desarrollo y un principio ético irreductible, en sincronía con la creciente relevancia del tema en las demandas ciudadanas y el debate de políticas”, dicen los autores de “La ineficiencia de la desigualdad”, informe publicado a mediados de 2018 y coordinado por Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de CEPAL con la colaboración de Mario Cimoli, Secretario Ejecutivo Adjunto Interino y la cooperación de numerosos colaboradores del organismo.

La desigualdad conlleva grandes costos de eficiencia, lo que redunda en que su superación sea una condición necesaria para el desarrollo.

Según el documento, la igualdad está en el centro del desarrollo por dos razones. “Primero, porque provee a las políticas de un fundamento último centrado en un enfoque de derechos y una vocación humanista que recoge la herencia más preciada de la modernidad. Segundo, porque es también una condición para avanzar hacia un modelo de desarrollo centrado en la innovación y el aprendizaje, con sus efectos positivos sobre la productividad, la sostenibilidad económica y ambiental, la difusión de la sociedad del conocimiento y el fortalecimiento de la democracia y la ciudadanía plena”.

Pero al hablar de igualdad buscan también definiciones y espectros más amplios como la igualdad de medios, oportunidades, capacidades y reconocimiento. La primera se traduce en una distribución más equitativa del ingreso y la riqueza, y una mayor participación de la masa salarial en el producto; la de oportunidades, en la ausencia de discriminación de cualquier tipo en el acceso a posiciones sociales, económicas o políticas. La de acceso a capacidades hace referencia a habilidades, conocimientos y destrezas que los individuos logran adquirir y que les permiten emprender proyectos de vida que estiman valiosos. “Por otro lado, este concepto como reconocimiento recíproco se expresa en la participación de distintos actores en el cuidado, el trabajo y el poder, en la distribución de costos y beneficios entre las generaciones presentes y las futuras, y en la visibilidad y afirmación de identidades colectivas”, sostienen y aseguran que en el documento se toma como punto de partida esta definición y desde allí se avanza en la discusión de su papel como fuerza impulsora de la eficiencia económica.

Esta última se define, desde una perspectiva dinámica, “como la velocidad con que se puede innovar, absorber las innovaciones generadas en otras partes del mundo y reducir la brecha tecnológica, difundir las innovaciones en el tejido productivo y, a través de ellas, elevar la productividad y abrir nuevos espacios de inversión de manera sostenible. Se trata de trayectorias de aumento del producto y la productividad basadas en el pleno aprovechamiento de los recursos y en el máximo potencial de aprendizaje tecnológico, que al mismo tiempo preservan el medio ambiente”. De acuerdo al informe se suele argumentar que la desigualdad no es solo un resultado, sino también un determinante clave del funcionamiento de la economía, porque condiciona el acceso de los agentes económicos a capacidades y oportunidades, y modela las reglas de juego y los incentivos.

“El mensaje central es que la desigualdad conlleva grandes costos de eficiencia, lo que redunda en que su superación sea una condición necesaria para el desarrollo”. Y consideran que las políticas en favor de la igualdad no solo producen efectos positivos en términos de bienestar social, sino que también contribuyen a generar un sistema económico más favorable para el aprendizaje, la innovación y el aumento de la productividad.

Las políticas en favor de la igualdad no solo producen efectos positivos en términos de bienestar social, sino que también contribuyen a generar un sistema económico más favorable para el aprendizaje, la innovación y el aumento de la productividad.

Por otra parte citan al historiador Alfred Cobban quien resumió la razón que llevó a los gobiernos de Francia, entre los ’50 y los ’60 a adoptar planes de desarrollo económico que transformaron sustancialmente la economía gala: “la pobreza es ineficiente”.

Sin embargo, según CEPAL, durante muchos años la visión predominante entre los economistas fue la opuesta, la de que eficiencia e igualdad se contraponían, “a tal punto que Okun (1975) se refrió a la relación entre ambas como “la gran disyuntiva” (the big tradeoff). Se entendía que un menor crecimiento económico era el costo que la sociedad debía pagar para reducir las desigualdades que surgían de la competencia en los mercados. Esta idea ha sido cuestionada de manera creciente en la literatura económica de tal modo que ha emergido un nuevo consenso en el que la desigualdad se percibe como una barrera al desarrollo. La “nueva economía de la desigualdad y la redistribución” estudia precisamente los distintos mecanismos por el lado de la oferta a través de los cuales la desigualdad genera incentivos contrarios a la innovación y la inversión”.

Para los autores del informe, la igualdad es una condición necesaria para la eficiencia dinámica del sistema al crear un ambiente institucional, de políticas y de esfuerzos que prioriza la innovación y la construcción de capacidades. “Desde esta perspectiva, es más relevante en la actualidad que en el pasado, debido al impacto de la revolución tecnológica, que torna a la construcción de capacidades y el cierre de brechas en una tarea más urgente y necesaria. Esa premura se acentúa por la insostenibilidad del actual patrón de crecimiento, que obliga a aprovechar la revolución tecnológica en favor de la transformación de la matriz energética y dirigir los procesos productivos hacia sendas bajas en carbono, preservando el medio ambiente y sus servicios productivos para las próximas generaciones”, afirman. Así, detallan cuáles son los mecanismos a través de los cuales opera la relación entre causalidad y eficiencia. Así se destacan la difusión más amplia de la educación y las capacidades; la eliminación de las barreras a la creatividad y el esfuerzo que representan las discriminaciones de cualquier tipo; el seguro social que provee el estado de bienestar y que permite a los agentes aceptar, en mayor grado, los riesgos inherentes a la innovación, y la superación de la cultura del privilegio y de la economía política que cierran el camino a nuevos agentes, sectores e ideas que transforman la economía y desafían comportamientos rentistas basados en ventajas comparativas estáticas o privilegios políticos.

Por otra parte, aseguran que la asociación negativa entre desigualdad y productividad en una muestra amplia de países no supone una dirección única de causalidad entre las dos variables; “por el contrario, se admite que la causalidad proviene tanto de la desigualdad como de la productividad en una interacción compleja”.

Así, el papel de la igualdad sobre la eficiencia de la oferta contribuye a viabilizar sus efectos positivos sobre la demanda efectiva. “Es más probable que la distribución del ingreso ayude a la expansión de la demanda en un país cuya estructura productiva es más diversificada y competitiva. Así, se complementa la tradicional visión keynesiana sobre distribución y demanda efectiva con la mirada schumpeteriana sobre innovación y capacidades”, definen.

Además, vinculan esta mirada con la que tiene la Agenda 2030 y los ODS. “La creciente preocupación por los elevados niveles de desigualdad que se expresa en las políticas internas de los países tiene su correlato externo en este consenso de la comunidad internacional alcanzado en 2015. Se reconoce así a la igualdad como un factor clave de la estabilidad internacional y la reducción de conflictos. El propósito de asegurar “que nadie se quede atrás” expresado en la Agenda 2030 refleja con claridad esa vocación universalista e incluyente”, enfatizan los autores del informe.

La CEPAL, en este documento, considera que el consenso de la comunidad internacional surge no solo de análisis técnicos sino también del diálogo de los gobiernos y los organismos internacionales con la sociedad civil. Un ejemplo de ese diálogo fue la Primera Reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, realizada en Ciudad de México en abril de 2017. En ella, autoridades de gobierno, organismos internacionales, académicos y organizaciones de la sociedad civil examinaron y constataron los avances alcanzados por la región en materia de igualdad e implementación de la Agenda 2030. Estos mismos objetivos se abordaron en la Segunda Reunión del Foro, que se celebró en Santiago de Chile en abril de este año.

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