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Tomar conciencia

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Por Dra. Alessandra Minnicelli 

Cuantas cosas han pasado ya que marcan la marcha lenta y el retroceso de un país que crecía con movilidad social ascendente, con trabajo decente, dignidad, oportunidades, redistribución equitativa de la riqueza, para terminar con las asimetrías regionales y las desigualdades personales. Y de golpe todo eso quedó suspendido y quienes no pudieron resistir comenzaron a caer, a rodar, a deshilacharse en sus sueños y esperanzas.

Repaso pronunciamientos sobre los derechos de la persona a través de la historia desde la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos (DDHH) y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la Argentina, estatuyeron en sus constituciones garantías que no pueden suspenderse, ni aun en estados de emergencia extremos: el derecho a la vida, a la integridad personal, el derecho a proceso; a no sufrir condiciones inhumanas de detención, ni negación de la justicia.

Estados que han ratificado al menos uno -y el 80% de ellos cuatro o más- reflejando así su consentimiento para establecer obligaciones jurídicas que se comprometen a cumplir y confiriéndole al concepto de la universalidad una expresión concreta. Si, “universalidad”. Porque los DDHH gozan de protección universal en virtud del derecho internacional consuetudinario a través de todas las fronteras y civilizaciones. Qué lejano suena en nuestra realidad de hoy como país, donde unos pocos se reparten lo que le es debido a todos.

El Papa Francisco nos convocó a todos -cada uno de acuerdo con su responsabilidad- a “unir fuerzas” luchar contra todas las formas modernas de esclavitud. ¿Lo escuchamos? ¿Lo entendimos?

Entre las causas que contribuyen a profundizar esto, el Papa se refiere a la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes oportunidades de trabajo”.

Asimismo, hizo un “llamamiento urgente” a todos los que, de lejos o de cerca, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos privados de libertad y dignidad.

Asociar estas y tantas otras formas de esclavitud moderna con la violación a los DDHH demanda una mirada de compromiso, demanda tomar conciencia y requiere un repaso de nuestra constitución para revisar las garantías que no pueden suspenderse de ninguna manera, con ninguna excusa, ante ninguna emergencia.


Editorial publicada en Revista Fonres RSE (Marzo 2017), www.fonres.com

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