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Chicas en tecnología

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Aunque los números se inclinan para ese lado, la programación no tiene por qué ser algo sólo de hombres. Chicas en Tecnología trabaja para cerrar la brecha de género en este ámbito desde la adolescencia. 

Cuando se habla de brecha o inequidad de género se suele aludir a la desigualdad salarial, la ausencia de representación en cargos de decisión, la sobrecarga en las tareas domésticas, entre otras. Y pocas veces se pone el acento en el área tecnológica.

Conscientes de esta realidad, en 2015 surgió la ONG Chicas en Tecnología (CET), de la mano de sus co-fundadoras provenientes de diferentes ámbitos pero relacionadas con la temática: Melina Masnatta, (educación y tecnología); Carolina Hadad (programación); Sofía Contreras (emprendedurismo); y Mariana Varela (diseño). Las cuatro tenían en común el haberse dado cuenta de que, en sus trabajos, proyectos e iniciativas, había una brecha de género en el ambiente tecnológico que producía, a su vez, grandes problemas sociales. “Y si bien la tecnología parece algo neutral y alejado, la realidad es que es algo cercano y produce el desafío de pensar en soluciones y de saber quiénes están atrás del diseño de estas soluciones de todos los días”, dice Melina Masnatta, directora ejecutiva de la entidad.

Hoy no tenemos modelos visibles y creemos que eso es importante para poder contribuir a este cambio cultural.

CET apunta a chicas de 13 a 17 años y esta elección no es al azar: ese rango de edad marca el período en que una persona suele elegir o pensar en su vocación y es el momento en el que se produce, por parte de las chicas, el descartar carreras o futuras profesiones vinculadas a la tecnología. Así, la iniciativa más destacada de la entidad se denomina “Programando Un Mundo Mejor” (PUMM), un programa con impacto social para las futuras emprendedoras en tecnología del país, que busca inspirar la próxima generación de innovadoras. Consiste en un curso intensivo de tecnología con fines sociales y habilidades emprendedoras para mujeres en edad escolar secundaria.

Las alumnas diseñan y desarrollan una aplicación para celular que resuelve un problema en su comunidad de manera creativa y aplicable. De esta forma, no sólo se las capacita en herramientas tecnológicas sino, a través de una mirada integral y holística, en habilidades de liderazgo comunitario, emprendedurismo, entre otros, “con muchísima articulación y metodologías propias que responden a nuestro ecosistema y que, de alguna manera, van de la mano de esta idea de generar triple impacto, reconocer que son las chicas quienes pueden detectar un problema de la comunidad e idear una solución tecnológica. Y, en ese camino crítico, aprender un montón de habilidades emprendedoras y midnsets que hoy se requiere para insertarse en el mundo actual, decidan o no, a posteriori dedicarse a este tema”, explica Masnatta. “Nos interesa cerrar la brecha en este ámbito pero también nos interesa que, si eligen un camino distinto, puedan entender la tecnología y hacer ese salto entre ser usuario de ella -que es lo que comúnmente somos y en especial las mujeres- a ser creadoras de este tipo de herramientas”.

Si bien las chicas en seguida entienden el valor y la potencia de nuestros programas, la realidad es que muchas veces se encuentran con los impedimentos de “esto es una carrera masculina”, “¿por qué la elegís?”, “¿para qué? y todos los sesgos, estereotipos y preconceptos.

CET, cuenta con un staff de 70 por ciento de mujeres y 30 de varones, a la inversa de lo que sucede en el sector. Además de haber incorporado un grupo numeroso de voluntarios, está presente en 12 provincias y a la fecha ha logrado capacitar a más de mil chicas en el país, llegando a diferentes audiencias como educadores, familias y empresas. Para Masnatta esto ha sido un gran logro. “Y en parte, tiene que ver con llegar a distintos públicos porque, si bien trabajamos con adolescentes, deseamos crear una cultura que las espere, acompañe y reciba en los distintos ámbitos de estudio y de trabajo. Sin eso, lo que hacemos sería un esfuerzo inútil”.

Otra gran meta cumplida es haber producido investigaciones y conocimientos que comparten. Recientemente, por ejemplo, publicaron una investigación inédita en el país que recopiló, por primera vez, datos de 5 años de mujeres del país que estudian o estudiaron carreras de programación. “Es una base de datos que liberamos al público y la han usado diversos organismos nacionales e internacionales. Pusimos esta temática en la agenda. Antes, esa información no existía y hoy sí”, detalla.

A su vez, generan capacidad instalada en instituciones de educación formal e informal, en escuelas, municipios y clubes. “Creamos un ecosistema emprendedor tecnológico en articulación con los sectores públicos y privados y otras ONG”, sostiene y comenta que trabajan con el Ministerio de Educación, con la Secretaría de Equidad y Empleo y con organismos internacionales como el BID, entre otros. También se han sumado empresas como JP Morgan, Despegar, Accenture, YPF, Google, por citar algunas.

Las expectativas a mediano y largo plazo se posan en hacer que, en cada lugar al que van, se arme un centro, un ecosistema que pueda sostener y acompañar a estas mujeres que hoy son adolescentes pero que en un futuro van a estar liderando distintas posiciones, pero desde lo colaborativo, y en el ambiente en que estén. “Muchas veces en tecnología pensamos que uno tiene que irse a la gran ciudad para hacer transformaciones y la realidad es que no es así, sino que nos estamos perdiendo de muchas posibilidades que son importantes. Es necesario volver a lo local, pensando en lo global, y contribuir a no producir más chatarra tecnológica si no a generar valor con las tecnologías que tenemos a disposición, para poder hacer una transformación sustentable”, resume.

Existe una brecha de género en el ambiente tecnológico que produce, a su vez, grandes problemas sociales.

Y, a la hora de analizar la barrera más desafiante a la que se enfrentan como ONG, surge el poder provocar un cambio cultural para que los padres, educadores, empleadores, y gobiernos puedan ver, en estas jóvenes, a la próxima persona que innove en tecnología con impacto social. “Hoy no tenemos esos modelos visibles y creemos que eso es importante para poder contribuir a este cambio cultural. Porque, si bien las chicas en seguida entienden el valor y la potencia de nuestros programas, la realidad es que muchas veces se encuentran con los impedimentos de “esto es una carrera masculina”, “¿por qué la elegís?”, “¿para qué? y todos los sesgos, estereotipos y preconceptos de los adultos. Tenemos que trabajar en ese camino”, señala y explica que cuentan con más de 200 soluciones tecnológicas con impacto social creadas por adolescentes mujeres en estas 12 provincias en las que están presentes.

 

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