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Dar pelea

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La crisis económica que atraviesa la Argentina, trajo viejas prácticas como el trueque, cooperativas y comedores. Modelos de organización comunitaria para contener la emergencia.

El último año del Gobierno de Cambiemos fue particularmente crudo para un país que, según la cifra oficial de pobreza al primer semestre 2019 revelada por INDEC, alcanzaba a 15,9 millones de personas. El índice de pobreza creció al 35,4%, frente al 27,3% registrado en el mismo período del año anterior. La indigencia, personas que no tienen ingresos para hacer frente a las necesidades alimenticias, se incrementó de 4,9% a 7,7% interanual. En ese contexto, comenzaron a resonar algunas experiencias de resistencia similares a las que surgieron con la crisis de 2001.

Grupos de trabajadores se organizaron en cooperativas para sostener a las fábricas en las que trabajaban, organizaciones sociales abrieron nuevos comedores y merenderos comunitarios,  resurgieron las ollas populares, se multiplicaron las ferias, los vecinos se organizaron para hacer compras colectivas y, en diferentes puntos del Gran Buenos Aires, reapareció el Club del Trueque apoyándose en las redes sociales para su comunicación. Todas estas formas de organización son expresiones de resiliencia social o comunitaria.

Los desastres o situaciones críticas que sufre una comunidad, y que producen dolor y pérdida de recursos, en muchos casos, generan un efecto movilizador de las capacidades solidarias de las comunidades que permiten reparar los daños para seguir adelante. La resiliencia social o comunitaria aporta nuevas perspectivas para empatizar con grupos vulnerables y los contextos complejos de la sociedad, según de  finen los teóricos.

En julio de 2019, el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) hizo un relevamiento de las estrategias de ingreso ante la crisis económica. La organización realizó una encuesta en cuatro ferias populares: la Feria del Barrio Independencia (José León Suarez), la Feria del Parque Patricios (CABA), la Feria de Mataderos (CABA) y la Feria de Florencio Varela (Zona sur). Además, hicieron un relevamiento de grupos de Facebook de intercambio y compra-venta en la Ciudad de Buenos Aires y el GBA.

Algunas conclusiones del estudio señalan que: casi la mitad de las y los encuestados declararon participar de las ferias desde hace tres años o menos. El 52% acudieron a esta alternativa por la crisis laboral, un 44% para complementar ingresos y 8% porque se quedó sin trabajo. El 69% de los feriantes son mujeres, un 30% varones y 1% transgénero.

El relevamiento en los grupos de Facebook para intercambio en la zona de AMBA identificó se 48 grupos públicos de compra-venta o trueque con más de 1.000 participantes. El grupo “TRUEQUE!! sin dinero solo x alimentos!!” es el más numeroso con más de 77.000 miembros. El 43% de los grupos de intercambio está localizado en Zona Oeste y el 40% en Zona Sur.

“Volvió el trueque en la Argentina de la mano de las redes sociales. Por supuesto que hay un nivel de dispersión y de heterogeneidad muy amplia y, cada caso se resuelve de distinta manera, pero la gente se ha encargado de dar respuesta con nuevas formas de organización”, opinó Alberto Gandulfo, secretario de la Comisión Nacional de Microcréditos del Ministerio de Desarrollo.

Y agregó que, la Red Universitaria de Economía Social Solidaria (RUESS), los movimientos sociales, las organizaciones  campesinas y de la agricultura familiar, también conformaron esquemas de vinculación entre productores y consumidores a través de los bolsones de verduras frescas. “Uno de los ejes de la lucha contra el hambre es el reconocimiento de la economía del ciudadano. El trabajo voluntario, territorial, que se hace desde estos movimientos sociales, comedores comunitarios, clubes barriales, generalmente no es trabajo remunerado. Pensarlo como una red de servicios sociales y darle un marco de institucionalidad, a un movimiento que hoy es informal y voluntario, podría ser una estrategia más inclusiva y de reconocimiento a la resistencia de los sectores populares”.

Todos juntos

El mutualismo y el cooperativismo también tuvieron un rol central en el contexto de crisis socioeconómica vivida en los últimos cuatro años. En ese sentido, Alejandro Russo, presidente de la Confederación Argentina de Mutualidades (CAM), enfatizó que existen 28 millones de argentinos que reciben algún servicio de parte de una mutual o cooperativa. Estos van desde la provisión de energía eléctrica, agua o telefonía, hasta  servicios de turismo, capacitación, cultura y ahorro y crédito.

“El país tiene un problema gravísimo de hambre, en un sentido literal, como una consecuencia de la falta de trabajo, fundamentalmente. El mutualismo trabajó muy fuerte acompañando las acciones de la mesa pastoral, por un lado, y por el otro, otorgando microcréditos. Hay muchas mutuales que trabajan con comedores y merenderos, en muchos casos, en alianza con los intendentes de cada comunidad. Si no hubiera existido el trabajo de estas organizaciones sociales, en una país con un 40% de su población por debajo de la línea de pobreza, esto hubiera colapsado tremendamente”, dijo Russo.

Pero Argentina es un país acostumbrado a organizarse para resistir los embates, tal como se demostró en 2001. Existe una gran red de contención social, barrial o territorial donde los movimientos sociales, las iglesias evangélicas o católicas, los sindicatos y las cooperativas llevan la delantera en la contención de la crisis y la reconstrucción económica y social. En ese sentido, existen 9.000 cooperativas en todo el país, que representan cerca de 300.000 puestos de trabajo y tienen 28 millones de asociados.

“Vemos que hay una política de Gobierno que está impulsando fuertemente estas organizaciones porque, sin lugar a dudas, son el brazo social. Hay 3.000 entidades mutuales en todo el país que sumado a las cooperativas conforman un red perfecta, a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina. No podemos estar ausentes como sector en esta lucha por ayudar al que menos tiene, como lo hemos hecho siempre. Con una política de Gobierno que lo sistematice y termine de instrumentar, en una alianza estratégica entre el estado y este sector de la economía social y solidaria, sin lugar a dudas va a ser exitosa”, enfatizó Russo.

Además del hambre, durante los últimos 4 años, los sectores populares sufrieron un alto nivel de endeudamiento, por la sobreoferta de instrumentos de créditos con informales y con tasas usurarias. “Nos preocupa porque es una situación de deuda para pagar deudas. La gente ha tomado créditos para comprar alimentos o pagar los servicios y el nivel de empobrecimiento que esto ocasionó es muy fuerte porque no hay trabajo. Muchos de ellos son jubilados o mamás de AUH que contrajeron créditos con ANSES, en muchos casos, con intereses anuales del 50 y 60%.”, enfatizó Gandulfo. Esta situación también golpeó a los sectores medios que se endeudaron con las tarjetas de crédito que ya no pudieron pagar y las Pymes con el recambio de cheques, por ejemplo.

En parte del trabajo de recomposición que podrá encararse de aquí en adelante, la Economía Social y Solidaria (ESS) juega un papel central, en tanto promueve formas colectivas de producción y comercialización con los trabajadores organizados de manera autogestiva, en el centro de la escena.

Recomponer el trabajo que se hizo históricamente desde la Comisión Nacional de Microcréditos del Ministerio de Desarrollo, “será un paso importante para el impulso de la economía social  y recuperar rápidamente el trabajo que se venía haciendo con las organizaciones sociales. Además deberemos darle escala y territorialidad”, opinó Gandulfo.

Según el funcionario, parte de la estrategia será la creación de un sistema de finanzas solidarias federal, que contemple la heterogeneidad de los procesos de los distintos territorios y la vez los haga parte de una política pública que integre el trabajo mancomunado de gobiernos provinciales, municipales y organizaciones sociales.

Esta estrategia tiene cinco ejes: producción de alimentos saludables pensados desde una perspectiva de soberanía alimentaria; desarrollo textil para mejorar las condiciones de indumentaria de la población; reciclado como factor de cuidado del medio ambiente  y economía del cuidado, ligado al sistema de salud.

“Queremos alcanzar una escala masiva que nos permita darle respuesta fundamentalmente a los argentinos que quieren devolver la plata y no pueden. Eso se logra teniendo trabajo. Creo que todas estas experiencias de resistencia, son la base para pensar nuevas estrategias que permitan mejorar los ingresos de los sectores populares”.

Para el pueblo lo que es del pueblo

Este Grupo Cooperativo Mutual es un ejemplo contundente de resiliencia social. Devoto es una localidad de 7.000 habitantes en la Provincia de Córdoba que a principio de los 80 registró un récord anual de suicidios. A la crisis política que vivía el pueblo, se sumó el cierre de un molino harinero y la automatización de una planta industrial de Sancor que dejó a una gran cantidad de personas sin trabajo.

Tres años después, creaban una cooperativa de servicios para traer agua al pueblo y ya no se detuvieron. Hoy el Grupo tiene dos tipos de actividades económicas: servicios y producción. En el segmento de servicios ofrecen agua potable, televisión por cable, internet, subsidio de sepelios, guardería, deportes y recreación. A través de los emprendimientos productivos del grupo cooperativo, se generan ingresos netos que vuelven al pueblo a través de la venta de la producción. Más de 300 personas trabajan de manera directa con el Grupo y alrededor de 200 se relacionan por medio de trabajos indirectos.

Dentro del Grupo Devoto hay cinco entidades que cumplen diferentes funciones. La Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos se ocupa, entre otras cosas, de la construcción de viviendas, agencia de turismo, academia de idiomas, subsidio para sepelios, servicio gastronómico para las fiestas del pueblo y servicios de ayuda económica. Esta sociedad tiene, además, filiales en siete pueblos cercanos donde ofrece servicios de ayuda económica.

“Devoto tiene alrededor de 2400 familias y 508 trabajan con nosotros. Es muy importante en la economía del pueblo. Si bien es un 8% de la población, es casi un tercio de la económicamente activa. Es un proyecto de la economía social donde todo lo que se genera se reinvierte en maquinaria o nuevos emprendimientos”, explicó Domingo Benzo, presidente del Grupo Devoto.

A través de la Cooperativa de Obras y Servicios Públicos Ltda, el pueblo recibe servicio de agua potable, gas natural e Internet. La Cooperativa Agropecuaria de Productores y Consumidores Limitada (CAPYC), fabrica envases plásticos para la industria láctea, bandejas y otros productos vinculados al sector agropecuario como dulce de leche. La planta tiene 208 empleados y  fabrica 40 millones de vasitos por mes y factura $150 millones por mes. El negocio de los envases y el del dulce de leche genera ingresos por  $1800 millones anuales. Además cuentan una empresa de transporte y una fábrica de bandejas plásticas en San Francisco. Tienen clientes en todo el mundo a los que les venden chía, garbanzos, miel y maní, entre otros. La exportación de envases el año pasado les generó ingresos por U$S 1,5 millones.

“No hay personas que ganen dinero de la economía privada”, enfatizó  Benzo. Y agregó: “Cada entidad tiene su consejo de administración, pero funcionamos como grupo. Somos todos del mismo pueblo, opinamos sobre cada cosa y resolvemos de manera integrada”.

 

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