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Cambio climático y pobreza infantil

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Un reciente informe elaborado por UNICEF y la CEPAL advierte que el cambio climático no solo amenaza los ecosistemas y las economías, sino también el presente y futuro de millones de niños, niñas y jóvenes en América Latina. Según el estudio, hacia 2030 el aumento de las temperaturas y la frecuencia de desastres naturales podría empujar a la pobreza a casi 18 millones de menores adicionales, en el peor escenario.

América Latina atraviesa un momento decisivo en la lucha contra la pobreza infantil y juvenil. Tras una década de avances significativos, marcada por el crecimiento económico y la reducción de desigualdades en los primeros años del siglo XXI, la región experimentó en los últimos años un retroceso que amenaza con comprometer a toda una generación. La pandemia de la COVID-19 fue el punto de inflexión: produjo el mayor retroceso económico en décadas y devolvió a la precariedad a millones de hogares. La tasa de pobreza regional, que había alcanzado un mínimo histórico en 2014, volvió a superar el 30% durante la crisis sanitaria y hoy permanece estancada.

En este escenario, los niños, niñas, adolescentes y jóvenes se encuentran en el centro del problema. Actualmente, más de 94 millones de menores de 25 años viven en condiciones de pobreza en América Latina, lo que equivale a más de la mitad del total de personas pobres de la región. La proporción es alarmante: aunque representan solo el 39% de la población total, concentran más del 50% de la pobreza. El informe recuerda que “desde 2014, las tasas de pobreza para la población menor de 25 años han aumentado más rápidamente que la tasa de pobreza de la población general”.

El presente y futuro de la niñez y la juventud en América Latina y el Caribe depende de las medidas que se tomen hoy para protegerlos de los efectos adversos del cambio climático

Este diagnóstico es el punto de partida de un estudio conjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), titulado: “El impacto del cambio climático en la pobreza infantil y juvenil de América Latina”. Publicado en 2025, el documento analiza cómo la crisis climática incidirá en la evolución de la pobreza en los próximos años y lanza una advertencia contundente: el cambio climático se está convirtiendo en un obstáculo estructural para el bienestar de la infancia y la juventud.

 

El impacto proyectado

El estudio se enfoca en un horizonte cercano, el año 2030, y combina proyecciones económicas y climáticas para estimar cómo evolucionaría la pobreza infantil y juvenil bajo tres posibles escenarios. El primero, denominado Net Zero 2050, describe un futuro con reducciones rápidas y ambiciosas de emisiones de gases de efecto invernadero, donde se alcanza la neutralidad de carbono hacia mediados de siglo. El segundo, llamado Políticas actuales, proyecta una continuidad de las medidas vigentes, sin mayores transformaciones. El tercero, Muy poco, muy tarde, es el escenario de inacción, en el que las emisiones continúan en ascenso y las consecuencias del cambio climático se intensifican.

Los resultados son claros y preocupantes. Incluso en el escenario más optimista, Net Zero 2050, el cambio climático empujará a la pobreza a 5,9 millones de niños, niñas y jóvenes adicionales. En el escenario de políticas actuales, la cifra asciende a 9,9 millones, y en el de inacción se dispara a 17,9 millones. La comparación con la pandemia es inevitable: el COVID-19 sumió en la pobreza a unos 11 millones de menores en la región. Ahora, la crisis climática podría superar ese impacto, con la diferencia de que no se trata de un evento puntual, sino de un fenómeno progresivo y permanente.

La combinación de cambio climático y desigualdad multiplica los riesgos para la infancia y la juventud

El informe también advierte sobre la influencia de la desigualdad en estos escenarios. Si el índice de Gini empeora un 1% anual, la cantidad de menores pobres en 2030 podría prácticamente duplicarse. “La combinación de cambio climático y desigualdad multiplica los riesgos para la infancia y la juventud”, señala el estudio, subrayando que el efecto distributivo es tan importante como el económico a la hora de proyectar el futuro de la pobreza.

Infancias vulnerables ante la crisis climática

La niñez latinoamericana no solo es estadísticamente más pobre: también es más vulnerable a los efectos directos de la crisis climática. Según UNICEF, 55 millones de niños y niñas están en riesgo de escasez de agua, 60 millones expuestos a ciclones y 45 millones a olas de calor. Los desastres naturales se han vuelto más frecuentes en las últimas décadas: en los años sesenta se registraban en promedio cinco eventos extremos por año en la región; en la última década, la cifra superó los veinte. Cada fenómeno implica pérdidas económicas, desplazamientos y daños a infraestructuras esenciales como escuelas, hospitales o sistemas de agua y saneamiento.

El informe es categórico: “Cualquier privación como resultado de un clima cambiante puede resultar en una vida de oportunidades perdidas”. Esto es particularmente cierto en la primera infancia, cuando las carencias en nutrición, salud y estimulación pueden dejar secuelas irreversibles. En zonas como el corredor seco centroamericano, el noreste de Brasil o partes del Cono Sur, las sequías prolongadas ya afectan la producción agrícola y, con ello, la seguridad alimentaria de millones de familias. Para muchos niños, estas crisis significan periodos de malnutrición que pueden marcar su desarrollo de por vida.

Las inundaciones y tormentas, por su parte, comprometen servicios básicos y aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas. Las diarreas por agua contaminada, las epidemias de dengue o zika y la expansión de la malaria hacia nuevas áreas geográficas son apenas algunos ejemplos de cómo el cambio climático agrava amenazas sanitarias que afectan sobre todo a los más pequeños. “Los niños y niñas son más sensibles y menos capaces de soportar condiciones climáticas extremas”, recuerda el documento.

Se estima que, a nivel mundial, entre 570.000 y más de 1 millón de niños y niñas menores de 5 años podrían padecer retraso en el crecimiento por causa del cambio climático

A pesar de este panorama, el financiamiento climático dirigido específicamente a la infancia en América Latina es ínfimo. El estudio revela que apenas el 3,4% de los fondos multilaterales recibidos en la región en esta materia tienen un enfoque infantil. En términos absolutos, esto equivale a unos 743 millones de dólares, concentrados además en pocos países y proyectos. El resultado es que la población más vulnerable de la región recibe la menor protección frente a un fenómeno que ya está transformando sus vidas.

Políticas para no dejar a la infancia atrás

El informe de UNICEF y CEPAL no se limita a cuantificar riesgos: también plantea un conjunto de propuestas para enfrentar la crisis con una perspectiva generacional. Una de las prioridades es fortalecer la resiliencia climática de los servicios sociales, desde la construcción de escuelas resistentes a huracanes hasta el acceso universal a agua potable y saneamiento. También se enfatiza la necesidad de programas integrados de salud, nutrición y cuidado temprano, con especial foco en los primeros mil días de vida.

Otra recomendación es aumentar el financiamiento climático con enfoque en infancia y juventud. El estudio advierte que los actuales flujos de recursos internacionales no responden a las necesidades de los niños y adolescentes y propone una redistribución que garantice que los sectores críticos para su desarrollo estén protegidos frente a fenómenos extremos. A esto se suma la urgencia de crear sistemas de protección social adaptativos, capaces de reaccionar de manera rápida y eficaz a emergencias climáticas. La idea es que las redes de seguridad social no se derrumben con cada crisis, sino que se fortalezcan para evitar que más niños caigan en la pobreza.

El documento también destaca la importancia de la educación y el empoderamiento climático de las nuevas generaciones. Incluir contenidos ambientales y climáticos en los currículos escolares, fomentar la participación de niños y jóvenes en los debates públicos y apoyar los movimientos liderados por adolescentes son estrategias que apuntan a transformar a los menores en actores de cambio. “El presente y futuro de la niñez y la juventud en América Latina y el Caribe depende de las medidas que se tomen hoy para protegerlos de los efectos adversos del cambio climático”, concluye el informe.

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