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Basta de “chineo”

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Una práctica criminal contra mujeres de pueblos originarios nacida en la época de la colonia y perdura impune hasta nuestros días. Abusos sistemáticos que viven niñas, niños y adolescentes indígenas por parte de criollos, un delito que hoy se visibiliza -y se repudia- más que nunca.

Por: Prof. Olivia Sokol. Responsable del Área de Indicadores & Género de FORS.

Las denuncias de las mujeres indígenas, las estremecedoras historias de las víctimas y la campaña #BastaDeChineo se hicieron escuchar en el Tercer parlamento plurinacional de mujeres y diversidad indígenas por el Buen Vivir realizado en la provincia de Salta en mayo pasado. ¿De qué se trata esta práctica aberrante que ahora es más visible que nunca?

Se denomina chineo a los abusos sistemáticos que viven niñas, niños y adolescentes indígenas por parte de criollos. Se trata de una práctica criminal que nació en la época de la colonia y perdura impune hasta nuestros días. El chineo es una práctica disfrazada de “costumbre”. Al abuso se agrega la particularidad de dirigirse a grupos doble o triplemente vulnerables, con realidades diferentes a otros sectores del país. Son niñas, son pobres, son de pueblos originarios y no cuentan con suficientes herramientas para defenderse. 

Se exige que el chineo comience a ser tratado como lo que realmente es: un crimen de odio. Además, buscan que sea un delito imprescriptible, solo de esta manera se obtendrá justicia para las ancianas, las adultas, las niñas y las futuras generaciones.

Los abusos son perpetrados por hombres criollos, que cuentan muchas veces con dinero y poder político. Ocurre principalmente en el norte de nuestro país y consta básicamente de la violación de niñas y niños indígenas. Se han registrado abusos sexuales contra jóvenes de las comunidades Wichí, Qom, Pilagá, y Moqoi, entre otras. Pero los abusadores nunca llegan a juicio. 

En mayo pasado Actrices Argentinas, Identidad Marrón y el Movimiento de Mujeres Indígenas entablaron dialogo para visibilizar este crimen. Marilyn Mañio, mujer mapuche, representante de Mujeres indígenas por el Buen Vivir (MMIBV), expresó que el chineo es “una práctica colonial” que bajó de los barcos al igual que lo que se denomina  “muj” -el asesinato constante contra la tierra-  y enfatizó que “no es una práctica cultural”. Además, según la referente, ya no se pueden “disfrazar las palabras” en estas violaciones, estas niñas son “elegidas” cuando empiezan a menstruar, no se trata de algo aleatorio y sus victimarios se encuentran dentro de su territorio. En estos espacios -donde se supone que están resguardadas- en ocasiones viven situaciones de abuso sexual bajo la complicidad de las fuerzas policiales, caciques y autoridades indígenas. Sumado a esto, cuando se realizan denuncias no resultan en condenas y justicia para las víctimas. 

En su participación, Chana Mamani, referente de Identidad Marrón,  un espacio conformado por hijos y nietos de campesinos rurales indígenas migrantes, denuncia que “asistimos a un contexto en donde hay una omisión y a veces negación de que existe racismo”. También reflexionó sobre la necesidad de poner el debate y explicitar la existencia de una relación con los cuerpos que es distinta. Esta incluye el trato diferencial hacia los cuerpos indígenas, influyendo en el tipo y magnitud de violencia institucional, vejaciones y formas de abuso que sufren estos cuerpos en comparación con otros.

La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los Derechos Humanos más extendidas, constantes y devastadoras. En este caso se magnifica por el componente racista, clasista y de género que se solapan en una situación de desigualdad.

Un crimen de odio

Existe un componente racista y clasista implicado en el chineo. Para las comunidades, es un flagelo comparable al terricidio, que repercute en sus cuerpos a través del crimen de la violación. Es una forma de esclavitud, perpetrada muchas veces en manada en donde matan, y también rompen a las niñas que, en ocasiones, luego del crimen se suicidan por el acto impacto psicofísico sufrido. Pero más aun, es una regulación de los cuerpos en otro sentido, ya que muchas veces estas niñas quedan embarazadas producto de estos crímenes. Así se convierten en niñas madres, ya que cuando deciden abortar tienen gran oposición e intervención de la iglesia para que no lo hagan, o bien, son maltratadas en los hospitales por el personal que debería asistirlas. Esto muestra otra condición de desigualdad, y prueba que aunque rija la Ley de Interrupción del Embarazo en el país, las mujeres indígenas no son libres de decidir sobre sus propios cuerpos. 

Desde el MMIBV, se exige que el chineo comience a ser tratado como lo que realmente es, un crimen de odio. Además, buscan que sea un delito imprescriptible, porque es algo que ocurre hace muchísimos años, solo de esta manera se obtendrá justicia para las ancianas, las adultas, las niñas y las futuras generaciones.

La propuesta final que surgió del Tercer Parlamento Plurinacional Indígena fue contundente: generar estrategias territoriales y redes de acompañamiento a las personas que atravesaron estas situaciones de violencia sexual y racial; Visibilizar y hablar sobre el chineo y las múltiples violencias que viven las mujeres y diversidades indígenas que son naturalizadas por las familias; A su vez, se presentó una propuesta que busca identificar a los violadores y generar redes de protección para las víctimas. Otro aspecto central que se destaca es la recuperación de la espiritualidad de las personas que atravesaron estas múltiples violencias, donde las ceremonias cumplen un papel fundamental.

Argentina cuenta con amplios marcos legales en términos de Derechos Humanos de las mujeres y pueblos originarios. Pero entre la norma y su cumplimiento la distancia es significativa.

La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, constantes y devastadoras. En este caso se magnifica por tratarse de un crimen con distintas interseccionalidades que contribuyen a una desigualdad aun mayor: el componente racista, clasista y de género se solapan en una situación de desigualdad y violación de derechos. Lo que la activista feminista, Kimberlé Crenshaw identificó como modos de desigualdad y violencia es que “no se pueden entender del todo mirando por separado las dimensiones de raza o género”. Por un lado, existe carga adicional de patriarcado y racismo que dichas mujeres deben soportar. Por otra parte, experimentan el racismo y el sexismo de formas que no siempre son paralelas a las experimentadas por los varones de comunidades y las mujeres blancas respectivamente.

Argentina cuenta con amplios marcos legales en términos de Derechos Humanos de las mujeres y pueblos originarios. Pero entre la norma y su cumplimiento la distancia es significativa, tomando proporciones de un abismo en casos como el presentado. Por estos motivos es importante no solo lograr el cumplimiento efectivo de las leyes y condenas ejemplares, sino que es necesario romper con el abandono estatal y la complicidad de distintos actores clave. 

La vida de las mujeres y niñas indígenas tiene que ser una vida que merezca ser vivida, por esto pidamos colectivamente #BastaDeChineo.

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