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¿Qué lugar ocupa el tiempo libre en los debates laborales?

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En épocas de pluriempleo, hiperconectividad digital y precarización laboral, el tiempo libre de los trabajadores parece una aspiración cada vez más lejana. ¿Es esto una preocupación para las empresas? ¿Forma parte de las discusiones que se dan en torno al mundo del trabajo?

La cuarentena y la experimentación del home office -para aquellos que pese al contexto pudieron mantener su empleo– fueron una suerte de despertar de conciencia para muchos trabajadores que pudieron pasar mayor tiempo en sus hogares, al cuidado de sus hijos, sin la incomodidad del traslado y disfrutando del tiempo libre, en una dinámica de trabajo distinta.

Aunque, al mismo tiempo, tomaban fuerza algunos reclamos como el derecho a la desconexión digital, la necesidad de encontrar un balance entre la vida personal y laboral -desarrollándose entonces en el mismo espacio- e incluso dando lugar a fenómenos como la “gran renuncia” en 2020, donde millones de estadounidenses insatisfechos dejaron sus trabajos, marcando una tendencia que tuvo su replica en todo el mundo.

Sin dudas, el mundo del trabajo atraviesa fuertes debates -en muchos casos contrapuestos- que generan tensión entre los trabajadores, el mundo empresarial y los gobiernos. Algunas de esas discusiones son: la reducción de la semana laboral, la extensión de la edad jubilatoria, la licencia por paternidad y maternidad, los reclamos salariales, las distintas modalidades de trabajo (híbrido, remoto o presencial), el derecho a la desconexión, el pluriempleo, la precarización, la inclusión laboral, etc.

En medio de este caos que puja por convertirse -tal vez- en un nuevo orden laboral, cabe preguntarse qué lugar ocupa el derecho de los trabajadores al tiempo libre y cómo se configura en el mundo laboral actual.

Sofía Scasserra, economista e investigadora y docente del Instituto del Mundo del Trabajo de la UNTREF, opina que es necesario plantear qué es lo que realmente modifica la vida de los trabajadores en el día a día a día, y definir una única y clara agenda con los derechos que se deben perseguir.

“Lo que falta en Argentina son salarios de calidad, buenos puestos de trabajo y derechos laborales. Trabajo hay, de hecho, muchas personas tienen hasta tres empleos. El problema es que no estamos planteando la agenda de derechos que necesitamos, que incluye, entre otras cosas, volver a tener soberanía del tiempo”, explica.

El mundo del trabajo atraviesa fuertes debates -en muchos casos contrapuestos- que generan tensión entre los trabajadores, el mundo empresarial y los gobierno

Además, para Scasserra, la intermediación tecnológica suma todavía más confusión y genera tanto movimiento que no queda claro cuáles son las reglas del juego, en un mundo que cambia de manera acelerada y está cada vez más precarizado.

“Se busca instalar la idea de que no hay empleo y, bajo esa premisa, se aceptan condiciones de trabajo cada vez peores, donde el tiempo de los trabajadores se consume aún más, cuando cada uno de ellos debería ser libre de elegir cuándo y cómo quiere trabajar. Esto va en detrimento de la salud mental, una epidemia que estamos teniendo en mundo hiperconectado que no para”.

Para Scasserra, el derecho al tiempo libre tiene que ver con una conquista histórica del movimiento sindical, así como en la primera revolución industrial lo fue la jornada laboral de ocho horas y las vacaciones. Esos derechos laborales son, en definitiva, conquistas por el tiempo.

En ese sentido, añade, que el derecho a la desconexión digital es una pelea que hay que plantear como sociedad, entendiendo que no se puede vivir en un mundo hiperconectado 24-7, y abordándolo no solo como un derecho laboral sino como un derecho a la salud mental.

“Los ciudadanos producimos datos permanentemente y eso no debe parar en ningún momento, porque alimenta la usina del capitalismo digital. Hay una idea de cómo está conformado el capitalismo que nos empuja a eso. Entonces, la resistencia y reivindicación de otras formas de vida, es entender que esto no tiene que ser así necesariamente. El derecho a la desconexión tiene que ver con eso”.

Por su parte, Juan Manuel Ottaviano, abogado laboralista e investigador, opina que existe una nueva organización del trabajo, mediada por la digitalización y la tecnología, que habilita nuevas demandas de los trabajadores en relación a la organización del tiempo, y a la soberanía del tiempo laborable. Mientras que la respuesta de algunas corporaciones, por el contrario, pareciera ser recuperar el poder sobre el control del tiempo y la organización de la jornada de las personas.

“Se produce una suerte de engaño en relación al teletrabajo, por ejemplo, donde muchas empresas creyeron que podía ser un instrumento de desregulación de las relaciones laborales, al tiempo que prometían una mejor combinación de las tareas vinculadas al trabajo con las del hogar. Cuando en realidad, se intensifica el trabajo y la presión sobre las tareas, lo que implica una extensión de la jornada, solapada bajo la sugerencia de que las personas tienen autonomía para organizar su tiempo. Esto nada tiene que ver con la demanda de los trabajadores que perciben que podrían tener más margen para organizarse si se les reconociera el derecho a la soberanía del tiempo de trabajo”, explica.

Sobre la reducción de la jornada de trabajo, Ottaviano opina que, si bien el promedio de horas trabajadas en el mundo está bajando paulatinamente, en parte, por acción de la automatización y la incorporación de tecnología, la reducción neta del promedio de las horas laborales no se corresponde con una mejor distribución del tiempo, en parte, porque muchas empresas compensan este proceso con una intensificación del trabajo, a la vez que se fragilizan las protecciones sociales. 

“Las empresas no invierten en un aumento de la productividad a través de un mejoramiento de la organización del trabajo, sino que presionan con baja de ingresos, e inclusive, con una distribución flexible de las horas en favor de los empleadores, dígase horas extra, banco de horas u otras formas de flexibilidad, que poco redundan en una mejor distribución del ingreso”, enfatiza Ottaviano.

Y añade que, tampoco la reducción de la jornada laboral va a redundar necesariamente en la creación de empleo, o en una mejor distribución de los ingresos, si las empresas no invierten en mejorar el aprovechamiento del tiempo. Esto implica volver a darle importancia, no solo a las horas de esparcimiento, sino también aplicar recursos tecnológicos para que los trabajadores puedan administrar su propio tiempo de trabajo. 

¿El tiempo libre de los trabajadores está en el foco de las empresas?

Alejandro Melamed, fundador y CEO de Humanize Consulting, explica que el tiempo libre es una conquista más lejana para aquellas personas que tienen más de un trabajo para poder sustentarse, que son también aquellas que tienen empleos precarizados o están en la informalidad.

Si bien el promedio de horas trabajadas en el mundo está bajando paulatinamente por la incorporación de tecnología, la reducción neta del promedio de las horas laborales no se corresponde con una mejor distribución del tiempo. 

“Las conquistas sindicales ayudaron a que muchos trabajadores tengan salarios acordes, aunque hay muchos de los formalizados que viven debajo de la línea de la pobreza y ahí la necesidad de tener más de un trabajo. Entonces, el tiempo libre es un enorme desafío que aún sigue vigente para esas personas”.

Hecha esta salvedad, Melamed añade que los trabajadores que realizan tareas vinculadas con la creatividad o la innovación -quienes además tienen mejores condiciones laborales- valoran el tiempo libre y demandan como beneficio dentro de la compensación total. 

Como contraparte, muchas de las organizaciones que ostentan las mejores prácticas en cuanto a gestión del talento, le dan una importancia cada vez más preponderante a que sus colaboradores alcancen una vida equilibrada.

“Uno de los aspectos que se está visualizando es que la salud mental y emocional pasó a ser un tema prioritario en algunas empresas. Esto es algo que comenzó a emerger durante la pandemia, antes era un tema prácticamente inexistente”, explica Melamed.

Las empresas no invierten en un aumento de la productividad a través de un mejoramiento de la organización del trabajo, sino que presionan con baja de ingresos, e inclusive, con una distribución flexible de las horas en favor de los empleadores. 

No obstante, advierte, que existe una demanda cada vez más importante por parte de las empresas hacia los colaboradores, para lograr los objetivos de negocio. Eso implica que el desafío sea aún mayor.

“Cuando se ven los enunciados de las empresas más importantes, son realmente muy interesantes, en términos de alcanzar este balance. Sin embargo, cuando se entrevista a los colaboradores, se nota que hay una brecha muy grande y que es mucho más una expresión que una realidad concreta. Aunque hay casos de excelentes prácticas que se están implementando”.

Por su parte, Cecilia Giordano, presidente de Mercer opina que la búsqueda del tiempo libre y de un mejor balance entre la vida personal y laboral, se aceleró por los efectos del Covid 19, donde muchas personas se replantearon su propósito y se preguntaron si querían seguir trabajando en relación de dependencia toda su vida. 

Esto, de alguna manera, fue un llamado de atención para muchas organizaciones que se dieron cuenta de que su capital más importante eran las personas y que su bienestar es clave para alcanzar los objetivos institucionales.

“Cada vez más las empresas entienden la importancia del bienestar y, con esta mirada logran diseñar un programa de bienestar holístico que tenga en cuenta las particularidades de cada grupo de colaboradores. Al definir la experiencia que quieren que ellos tengan con su organización, definen ambientes de bienestar y arman propuestas de valor”, añade.

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