A pesar de que la mutilación genital femenina (MGF) está prohibida en Gambia desde 2015, más del 70% de las mujeres de entre 15 y 49 años han sido sometidas a esta práctica. La activista Fatou Baldeh -recientemente distinguida por Time como una de las Mujeres del Año 2025- logró transformar su historia personal en una causa colectiva.
Desde su organización Women in Liberation and Leadership (WILL), impulsa un trabajo sostenido que combina incidencia política, pedagogía comunitaria y diálogo intergeneracional para erradicar una tradición profundamente arraigada en la cultura local. Su trayectoria evidencia que el problema no es solo legal, sino también estructural, educativo y social: combatir la MGF implica disputar creencias, romper silencios e instalar nuevas narrativas sobre el cuerpo, la dignidad y los derechos de las mujeres. Su propia vida, narra una historia atravesada por la resiliencia, la conciencia crítica y la acción transformadora.
Sobrevivir para luchar
Fatou Baldeh tenía ocho años cuando fue sometida a la mutilación genital femenina. Nadie le explicó qué iba a ocurrir. Como muchas otras niñas, creció sin información, sin espacios para hablar de lo ocurrido, y sin posibilidad de poner en palabras el trauma. Su historia, sin embargo, no quedó atrapada en el silencio: se convirtió en la base de su militancia. Baldeh estudió Psicología y Salud en la Universidad de Wolverhampton y obtuvo una maestría en salud sexual y reproductiva en Queen Margaret University, en Edimburgo.
Una estrategia de transformación cultural
Tras regresar a Gambia luego de vivir 16 años en el Reino Unido, Baldeh creó la organización Women in Liberation and Leadership (WILL) en el año 2018. Su objetivo: erradicar la MGF en Gambia a través del diálogo comunitario, el acceso a la información y el trabajo con líderes locales. A diferencia de otros enfoques que parten de la denuncia o el castigo, WILL propone un método basado en la escucha, la empatía y la reconstrucción del lazo social. “No llegamos para juzgar”, explica Baldeh. “Llegamos para entender por qué la práctica persiste, y abrir conversaciones que muchas veces nunca antes se han dado”.
La clave está en involucrar a todos los actores: niñas, madres, abuelas, pero también padres, jefes de familia y referentes religiosos. WILL articula talleres, sesiones informativas y actividades educativas con enfoque de género y Derechos Humanos. “Si los hombres adoptan una postura firme, también contribuyen a terminar con la práctica”, sostiene.
La lucha de Fatou Baldeh expone un dilema profundamente ético: ¿hasta dónde pueden protegerse las tradiciones cuando afectan la integridad de niñas y mujeres? Su trabajo muestra que el respeto por la cultura no implica perpetuar prácticas dañinas, y que la verdadera transformación se logra con conocimiento, diálogo y voluntad política. En un mundo donde la justicia de género aún encuentra resistencias estructurales, su historia es un faro y una advertencia: la educación y la información pueden salvar vidas.
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